El Viejo y yo terminamos hablando de Cuba por un pico y una pala, que alguien mencionó le hacía falta para no sé qué arreglo en el patio de su casa. Para El Viejo, Cuba es un "tema" que asegura no le importa; demasiado pasó y mucho lo jodieron, para venir a preocuparse siquiera por lo que acontece "allá". Sin embargo, aunque asegure rotundamente que no le interesa, jamás deja de revisar la Internet en busca de noticias, y además, concluye contandome sus sus avatares mientras estuvo en la Isla.
Si puedo asegurar que, como ya es habitual, termino sonriéndome por la manera simpática de relatar la más reciente de sus historias. Y a pesar que me quedo observándolo con cierta compasión por ese sabor un tanto amargo que se le congela en el rostro durante varios segundos, mientras toma una pausa como si intentara recordar algo en específico, disfruto cuando retoma la palabra con su habitual jovialidad. Se trata más bien de un silencioso repaso, que pretende disimular, que en ocasiones delata su disgusto, incluso su dolor, del que todavía no consigue sacudirse de encima sin importar los años que lleva en Miami.
Ayer me contó El Viejo que una vez el Presidente del CDR de su barrio lo llamó para comentarle muy solemnemente que se manejaba al más alto nivel la información de que los americanos esta vez sí iban a invadirnos. Por consecuencia, se pensaba hacer un inventario entre los vecinos para tener el número exacto de cuántos picos y palas podrían reunirse para la construcción de trincheras. El Viejo, riéndose discretamente, le contestó al sujeto que en su casa no existía herramienta alguna que sirviese para eso, y con la misma se dispuso a seguir su camino. Sin embargo, el Presidente lo sujetó por un brazo y agregó disgustado.
--Viejo, la verdad que usted es una persona negativa. No se le puede encomendar una tarea de la Revolución, que siempre se aparece con una excusa para no cumplirla ¿Cómo es que no guarda un pico y una pala, sabiendo que son armas elementales en este momento que vivimos?
El Viejo que se quedó mirando al tipo. Después dio una ojeada a su alrededor, tropezándose únicamente con un asfalto agujereado en tramos; con carros viejos; con mucha gente; con edificios en su mayoría extremadamente cansados por el tiempo que llevan soportando la carga que representa el hacinamiento que padecen, y por fin le dijo.
--Compadre, porque esto es Centro Habana, y yo no tengo siquiera patio en mi apartamento. Aquí tú no ves tierra, ni matas, ni se sospecha que hayan tesoros enterrados o cosa por el estilo, para que uno precise de chirimbolos como esos ¿Está bien...?