Luego de que su última reina falleciese debido a la rabia que le provocaba aquella muchachita de piel muy blanca y labios muy rojos, me llevó a lo alto de una torre y allí me escondió de todos. Únicamente él, venía a verme; es decir, a verse, y se pasaba horas mirándose, inmerso en innumerables pensamientos; dudas, algunas terribles; y a veces se comportaba como un pobre mortal repleto de tristeza...
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