vosotras,
amigas viejas, me evocáis todas las cosas
Antonio
Machado
en la
cima de una loma
—que dista ser un cerro de Sao Paulo—
concurre un hombre una mosca y la brisa huele a autonomía
porfiado
el matamoscas
que a
diario la persigue con su pala ligera y de rejillas
no
soporta el aura de firmeza en sus pequeñas alas tributando lo arcano de un zumbido
y en
su retozo — ¿a saber?— luciendo una ronda aerodinámica y de asenso
que solivianta al serpenteo
en la cima de una loma
impedir
el vuelo de una mosca es el dilema que redunda en una excusa
es el
temor a que la mosca un día habite en tu garganta
olvidas
no le importa el socavón de tu boca
menos
renunciar a su colina
ella
intuye
tu
faringe es un recurso minúsculo
difícilmente
le seducen tus amígdalas
es amante
de la postrimería
goza
su murmullo donde no hay hedores
y no
en una tos de regreso a la mugre que evalúas
mosca
que abomina al silencio
mosca
de naturaleza non
mosca
de Rey y Rey lo mismo
desprecia
al credo que predica equivalentes
torcida
idolatría del Este
ese
punto cardinal igualitario
en la
cima de una loma
mogote de nueva geología de
cara al mar y ajeno a menesteres
de montañas
sin
resguardos de nubes y nieve
donde
asoma la vida no hay espacio para picachos y botas
y la
mosca
sin otra
maniobra que ofrecer cómo no sea su zigzag de independencia
aceita
su acrobacia y vuela enamorada del aroma que viene de una flor que crece en la
\Hierba de Santiago
DF
Sao Paulo, Brasil
Marzo del 2011