viernes, 5 de febrero de 2010

No es lo mismo a la "zurda" que a la derecha



Hace unos días, David Lago -a quien le agradezco su visita por predios fernandinos- comentó en un post de este blog lo siguiente:

Una verdadera lamentable exposición de ideas. ¿Qué sentido tiene la intensidad de las represiones y sus consecuencias? Lo más claro, en mi opinión, es que el comunismo (que siempre es dictadura) prefiere trabajar a fondo la sutileza de deshacer al hombre sin hacerlo desaparecer del todo (sí, ya sé, los gulags, etc., pero incluso eso llevado a través de retruécanos bastante enrevesados), mientras que dictaduras de "derecha" o fascistoides cargan las armas de la represión sobre una brutalidad física que, indiscutiblemente, no hay ni siquiera que explicar.

Cuidado con las perspectivas, muchachos. Ese camino es peligroso


Es lógico -y lo digo con toda honestidad- que el post de marras puede parecer una “lamentable exposición de ideas” -de ahí que, por eso, hablo de perspectivas-. El hecho de establecer diferencias entre dictaduras sólo porque “aquella” haya sido más “benevolente” que "esta", reconozco que para muchos no es lo suficientemente válido; aunque la “exposición” sirva para denunciar a una, no hace falta remitirse a la otra. Los regimenes dictatoriales, sin importar sus corrientes políticas, son despreciables.

Sin embargo, las diferencias, a pesar de que bien pueden considerarse mínimas por algunos, existen: el mismo David las explica. Los “procesos” de izquierda, o el comunismo -que como bien reconoce Lago, siempre serán gobiernos manifiestos en forma de dictadura: ¿la del ploretariado?- “trabajan a fondo” al hombre y, además, practican una suerte de método vertical que más adelante se expande en todo su volumen corporal y, finalmente, se concentra en el “contexto”, en lo externo. Primero, comienzan de arriba abajo: su recorrido ideológico parte del cerebro ciudadano, al que hay que adoctrinar y, a medida que se consigue la obediencia en nombre de un ideal tan altruista como la “panacea humana”, se dirigen al estomago y lo debilitan; de todos es sabido que, cuando se tiene hambre, el “ser y su conciencia” se limitan a establecer una prioridad: alimentarse y sobrevivir -tal estrategia la grafica bien una anécdota que se cuenta de Stalin, quien desplumó a una gallina y después de “tenerla desabrigadita”, esta le caía detrás a donde quiera que fuese Joseph, en lo que él comentaba con cinismo: “así hay que tener al pueblo para que te siga”- Después, viene la "igualdad", donde el hombre ha de ser idéntico al hombre, por lo que no habrá, o no se permitirán matices y, por último, la “renuncia“ a cuanta forma de propiedad exista, incluyendo tu potestad para con los hijos; y así, que te quedes sin nada es lo que quiero.

Claro, si algunos “habitantes desagradecidos” no se adoctrinan como se espera, entonces si irán a persuadirlo métodos tan refinados como los “gulás”, La ley de La Peligrosidad, El Cordón de La Habana; o a cazar cocodrilos en la Ciénaga de Zapata y, un innumerable etcétera, que muy bien los define David en su comentario como retruécanos enrevesados. ¿Y el hombre, por qué no desaparece del todo? No puede, simplemente, pues estos gobiernos precisan como ninguno de las “masas”. Desde la satisfacción al ego del líder, que los guiará por el camino correcto, y que pretende saberse amado por todos, por lo que necesita de manera vital el rebaño que lo adore, hasta para llevar a vías de hecho sus macroproyectos -casi siempre inconclusos por culpa del imperialismo-, el hombre lresulta imprescindible; asimismo, serán estos hombres quienes defenderán al “proyecto” del enemigo externo, sin importar siquiera la vida, sin importar siquiera latitudes: que ese hombre ha de ser también internacionalista.

Por tanto, creo, queda evidenciado que, el “trabajo de convencimiento” que aplican “los compañeros”, es peor que si viene la policía a caerte a palos en medio de una protesta -otro método de "convencimiento" aplicado por la izquierda, y que se enmascara bajo la “respuesta del pueblo enardecido”-; dicho sea de paso, manifestaciones que en las dictaduras de derechas, brutales innegablemente, son convocadas casi siempre por la izquierda y sin tapujo alguno, abiertamente, y con auxilio de los medios de difusión.

Pero coíncido con lo dicho al principio, la represión de derechas es detestables, corporal, centradas en la “brutalidad física“. Ahora, en las de la izquierda...

Dice una “letra” que, lo que se sabe, no se pregunta.