Prácticamente todo el mundo ha reproducido, si no en su totalidad, al menos de manera parcial o con links de referencia, la entrevista que Pablo Milanés le diese a El Mundo. Se nota incluso en algunos, una simpatía tácita hacia el autor de Yolanda -la que para nada le profesan a su homólogo Silvio. Igual los hay que, al Pablo asegurar que quiere Cambios en la Isla -esa que en una época no muy lejana él vociferaba en medio de una Plaza, era mejor que se hundiese en el mar antes de traicionar la gloria-, imaginan que su postura se ha radicalizado y hay un giro enorme en su cosmogonía política. Sin embargo, es bueno recordar que existen dos Pablos: uno, que de visita en el extranjero se atreve a opinar de una manera un tanto disidente, por esa ventaja que él reconoce, no cuenta la mayoría del pueblo, no sólo porque carece de información, sino porque le falta libertad para expresarse -que no hay que estar muy informado para denunciar lo que acontece “adentro”- y, el que luego en casa declara en los diarios oficialistas su total compromiso y entrega al proceso desde su confortable apartamento en Nuevo Vedado y después para demostrarlo canta un par de temas en la Tribuna Antimperialsita.
Esta vez Pablo, entre otras aspiraciones, pide humildemente que se le quite al astro rey revolucionario las manchas que le restan brillo y empañan su imagen ante el mundo -dicho sea de paso, una opinión por la cual en Cuba bien que podrían tildarlo de desagradecido. Pero, a su vez tiene el suficiente tino de aclarar que esta higienización solar no debe compromoter a los más altos estratos de poder en Cuba, es decir, las mayores manchas, cuando en la pregunta final, la plus 1, él responde que de llevar a un hombre desierto a una Isla, sería esta en la que los Hermanos detentan el poder y, que contrariamente a sus dialécticas pretensiones, para nada quieren que se mueva ni un mueble. Puntualiza también el bardo, que la herramienta que representa unas elecciones libres, y que bien podrían disminuir en buena medida esas manchas, no es necesario usarse, entre otras cosas, porque él no cree en este método de consulta.
Entonces, ¿a qué viene tanta algarabía, tanta esperanza…? ¿Cuál cambio quieres Pablito?
Esta vez Pablo, entre otras aspiraciones, pide humildemente que se le quite al astro rey revolucionario las manchas que le restan brillo y empañan su imagen ante el mundo -dicho sea de paso, una opinión por la cual en Cuba bien que podrían tildarlo de desagradecido. Pero, a su vez tiene el suficiente tino de aclarar que esta higienización solar no debe compromoter a los más altos estratos de poder en Cuba, es decir, las mayores manchas, cuando en la pregunta final, la plus 1, él responde que de llevar a un hombre desierto a una Isla, sería esta en la que los Hermanos detentan el poder y, que contrariamente a sus dialécticas pretensiones, para nada quieren que se mueva ni un mueble. Puntualiza también el bardo, que la herramienta que representa unas elecciones libres, y que bien podrían disminuir en buena medida esas manchas, no es necesario usarse, entre otras cosas, porque él no cree en este método de consulta.
Entonces, ¿a qué viene tanta algarabía, tanta esperanza…? ¿Cuál cambio quieres Pablito?