jueves, 18 de noviembre de 2010

¿Tú supieste lo de la UCI?


Pido un cortadito y tres croquetas. Con paciencia, debido a que por primera vez en la semana me sobra el tiempo, disfruto del panorama que me regala El Versailles. Luego de comer y tomar, enciendo un tabaco. Cerca de mi, tres hombres, uno mulato y dos blancos, aparentemente jóvenes, conversan de forma pesimista sobre un tema recurrente en el área: Cuba y lo que, según “sus apasionados juicios de expertos”, realmente es nuestra esencia. Por supuesto, dos de ellos son cubanos, (incluyendo al mulato); el tercero, por el acento, creo que se trata de un nicaragüense. Este último, increíblemente, como si fuese su obligación el acto de subir la autoestima de sus compañeros de café y pastelitos de guayaba, intenta a toda costa de realzar nuestros valores como comunidad y le pone pruebas concretas a sus amigos del evidente éxito, al menos en el exilio; la primera, fresca aún, la elección de marcos Rubio. Los otros, “conocedores a profundidad de la materia”, le reconocen lo dicho, sin embargo, con cierto viso de rabia y frustración, terminan rebatiéndolo. Somos, según ellos, un pueblo triste, que no sabe como luce un avión por dentro; desparecidos en medio del golfo una inmensa cantidad de gentes por sólo intentar vivir un poco mejor; que no conocemos nada del mundo; maldecidos por nuestro propio orgullo y miserias, y lo peor, prestos siempre a reunirnos y, terminar después ofendiéndonos, odiándonos, cuando surge la más mínima discrepancia. Con disimulo, y sin intensiones de participar de la conversación, me acerco para escucharlos mejor. Una enorme estela de hechos justifica a los criollos su afirmaciones. El mulato, con evidente tristeza, asevera además que somos ignorantes. Es aquí cuando el otro cubano, que hasta ese momento secundaba en todo a su amigo, le contradice. -Ignorantes no -responde un tanto indignado-. Allá, la educación no es mala, eso hay que aceptarlo. Lo que pasa es que no tenemos acceso a la información y la poca con que contamos está manipulada por el gobierno.

El que parece nicaragüense lo apoya. Comenta entonces con una vanidad que no le pertenece que “nosotros” sí somos muy capaces (el mulato opina con cinismo que eso es lo terrible, y lo de la educación lo pone en duda). Que él entiende lo que quiere decir el otro, pero que debe usar la palabra correcta: desinformados. La charla sigue aparentemente por derroteros diferentes, que al final confluyen en uno: aquello está en candela. Afirma ahora el mulato que los presos en el Combinado del Este están durmiendo parados por culpa de la sobre población penal. -Es que allá, lamentablemente cualquier cosa que hagas para sobrevivir, es delito- declara el que se desdobla y luce más comedido, menos apasionado por el asunto, o al menos más dispuesto a defender la cubanidad insular (la de afuera no lo precisa). El nicaragüense asiente en silencio. -¿Tú supiste lo de la UCI?- le pregunta el mulato a su paisano-. El tipo no responde, pero su rostro delata que no tiene noticia alguna de lo sucedido y está intrigado. El nicaragüense interrumpe al mulato cuando va a contar lo que aconteció, recordándoles que deben irse. Se alejan, yo no me entero de lo que supuestamente hubo de pasar en la universidad que es un bastión inexpugnable de la juventud revolucionaria…