Buscando en Google una foto de Mario Vargas Llosa que me sirviese para ilustrar el post que antecede a este (fragmentos de sus palabras en Estocolmo), encuentro una caricatura del hondureño Allan McDonal donde acusa al Premio Nobel de Literatura de ser el brazo armado de la cultura burguesa. Claro está, cliqueo en dicha imagen, y descubro un link que me lleva a un texto, que a su vez me enlaza a otro artículo, en el cual el señor Vicenç Navarro “critica la incoherencia política y dualidad moral de autores que se autodefinen como liberales -tales como Mario Vargas Llosa- que justifican la deposición del Presidente Zelaya en Honduras por su supuesto deseo de mantenerse en el poder (sin que exista evidencia de que tal deseo existiera) --y digo yo, es aquí, en este paréntesis, donde la hipocresía cobra un carácter que raya en la desfachatez-- y en cambio permanecen callados frente al intento explícito del Presidente Uribe de Colombia de reformar la Constitución para mantenerse en el poder…”
Lo increíble de esta historia es que hayan articulistas que, se presuponen son serios, y sólo por su afán de contentar al gremio de intelectuales de corte pro izquierda, y por el gusto de atacar aquellos que los han desacreditados con juicios irrefutables, caigan en medio de un estrepitoso ridículo, de una forma tan infantil, y ni siquiera tengan el sentido común de observar los hechos con objetividad para descubrir, o avizorar al menos, la manera en que se comporta el escenario a medida de que la propia dinámica imponga sus leyes, y por consecuencia, cuando ejerzan sus desfasados ejercicios de gurús, sus predicciones sean tan distantes de la realidad, por lo que termienen enlodados el el más despreciable ridículo. Y que asimismo, con una simplicidad que asusta, sean capaces de desvirtuar lo dicho por quienes pretenden desvalorizar: Vargas Llosa en todo momento estuvo en contra de la tentativa de reelección de Uribe, y lo deja manifiesto en un articulo que publicase en El País, y que aparentemente le sirve al señor Navarro para su retahíla de improperios.
Por otra parte, es muy poco serio acusar a Vargas Llosa de incoherencia política y de dualidad moral. El autor de La Guerra del fin del Mundo, si un hecho a marcado su carrera, lo mismo en la narrativa, ensayo o periodismo, es su verticalidad y además su valor para reconocer hasta sus “propios errores de juventud”. Luego entonces, esta falacia de asociar a un escritor que únicamente se ha plantado en sus trece al momento de defender la democracia, incluso a riesgo de perder su nacionalidad peruana y de buscarse poderosos enemigos por ello, es una de las tantas farsas a que se prestan “artista e intelectuales” que lamentablemente han sido victimas de su sometimiento por intereses mezquinos, lo que en algunos casos ha menguado sus obras y su credibilidad.
Lo increíble de esta historia es que hayan articulistas que, se presuponen son serios, y sólo por su afán de contentar al gremio de intelectuales de corte pro izquierda, y por el gusto de atacar aquellos que los han desacreditados con juicios irrefutables, caigan en medio de un estrepitoso ridículo, de una forma tan infantil, y ni siquiera tengan el sentido común de observar los hechos con objetividad para descubrir, o avizorar al menos, la manera en que se comporta el escenario a medida de que la propia dinámica imponga sus leyes, y por consecuencia, cuando ejerzan sus desfasados ejercicios de gurús, sus predicciones sean tan distantes de la realidad, por lo que termienen enlodados el el más despreciable ridículo. Y que asimismo, con una simplicidad que asusta, sean capaces de desvirtuar lo dicho por quienes pretenden desvalorizar: Vargas Llosa en todo momento estuvo en contra de la tentativa de reelección de Uribe, y lo deja manifiesto en un articulo que publicase en El País, y que aparentemente le sirve al señor Navarro para su retahíla de improperios.
Por otra parte, es muy poco serio acusar a Vargas Llosa de incoherencia política y de dualidad moral. El autor de La Guerra del fin del Mundo, si un hecho a marcado su carrera, lo mismo en la narrativa, ensayo o periodismo, es su verticalidad y además su valor para reconocer hasta sus “propios errores de juventud”. Luego entonces, esta falacia de asociar a un escritor que únicamente se ha plantado en sus trece al momento de defender la democracia, incluso a riesgo de perder su nacionalidad peruana y de buscarse poderosos enemigos por ello, es una de las tantas farsas a que se prestan “artista e intelectuales” que lamentablemente han sido victimas de su sometimiento por intereses mezquinos, lo que en algunos casos ha menguado sus obras y su credibilidad.
Sería bueno ver qué se le ocurriese a Allan McDonal si de caricaturizar a García Márquez se trata. El Gabo -y afirmo esto con pesar, primero porque no gusto de ese paralelismo enfermizo que se proponen muchos con los dos escritores; segundo, porque no dejo de reconocer el talento y el oficio del colombiano como escritor- bien que ha sido brazo, voz y cuerpo de dictaduras… Y eso, sí es un hecho probado.