jueves, 9 de diciembre de 2010

El Arte y lo Ambiguo: to be or not to be


Hamlet, desea tener un espacio en esta ciudad para dibujar otros logos como el del PCC, la UJC, etc. Pretende demostrar que basta con la mera reproducción de estos símbolos gráficos para transmitir la carga simbólica del totalitarismo cubano, como expresa él, y cito de memoria, estos símbolos por si solo hablan.

Lo anterior es un fragmento que tomo de la página de Joaquín Estrada-Montalván, sobre una conversación con el joven artista, y recién llegado a Miami, Hamlet Labastida, que publicase después en una reseña mi amigo camagüeyano en su blog Gaspar El Lugareño sobre el agitado fin de semana pasado que tuvo el arte en Miami, la plástica más que otras manifestaciones.

De Hamlet Labastida, aunque no lo conozco personalemente, he escuchado sobre sus performances, sobre su actitud critica hacia la política de la Isla, donde con ironía, cierto divertmiento, y lo mismo con fuerza dramática, nos hace reflexionar, provocando el necesario requerimiento. El joven, igual ha participado en otros proyectos con artistas de probado prestigio en Cuba, como Tania Bruguera, Sandra Ceballos, las que si tuve el privilegio de disfrutar de sus intervenciones, allá por los inicios del segundo milenio…

Ahora bien, según Hamlet, como puede leerse al principio de este post, se propone seguir trabajando en Miami, lo que me complace. Pretende desde aquí continuar acusando al régimen y a través de sus alegorías más sagradas, trasmitir así lo terrible del totalitarismo criollo. Bien por el joven artista. Sin embargo, creo que no basta con la sola repetición, calco o remedo, de los emblemas o esfinges de la revolución para acusar, a pesar de que ellos “hablan por si solos”; en todo caso, eso es lo que me molesta, lo que dicen y el tiempo que llevan haciéndolo.

Luego entonces, hallo que no es suficiente la mera reproducción, la que puede crear perplejidad, un desconcierto que como resultado se mal interprete la intención, y finalmente llegue a considerarse anfibológico el duplicado; o peor, una promoción de lo terrible y para nada subliminal. Y si se hace ésta tal y como la publicitan sus cultores, la idea, que lo mismo no es desechable, debe en todo caso, aunque haga referencias al discurso oficial de la isla, mostrar lo desmesurado que la envuelve, la frustración y el inmovilismo que representa, lo triste. Sin pretender caricaturizar el empeño, al menos ha de despojarse de una indeterminación que, a mi juicio, ahora le asiste al únicamente intentar exponer los emblemas tal y como se reproducen allá.

Nada, que en el arte, la ambigüedad que marca “el ser o no ser”, no es aconsejable aún cuando respondas al nombre del príncipe danés. Y si este arte ha de servir para arremeter, denunciar, que sea por completo una expresión distante de posibles dualidades.


La foto que ilustra a este post pertenece a Blog Gaspar, El Lugareño