
Por supuesto, la “usurpación“ o trastoque a lo Tomas Mann bien criollo -al decir del otro escritor con quien tuve el privilegio de escribir las palabras de presentación del catálogo-, revelaba el rostro musculoso y endurecido de un hombre que evidencia estar molesto con lo observa en la actualidad. Un profeta local en el que se notaba una evidente inconformidad y una disposición sin precedentes para denunciar lo terrible que le rodeaba -un tanto apocalíptico en el imaginario de algunos, no sin razón-, a pesar de un raro sosiego no muy definido para mi, porque reitero, se percibía en sus ojos una insinuación a la revuelta. O lo que podría entenderse igual, la universalización de nuestras penurias reflejadas en una mueca o rictus que dejaba ver un agotamiento más que justificado si tenemos en cuenta lo que pesa sobre los hombros de Martí en cuanto interpretaciones revolucionarias...
Desde luego, una obra de tal dimensión y propuesta provocó dentro de la mayoría de

Ignorarla, asumir que no existía -nueva tendencia o modismo dentro de los posmodernistas censores, que al no hablar de…, pues no está entre ellos lo que ha de molestarlos-, fue la nueva estrategia de lucha contra de la obra de Ras Tamayo y los "especialistas" asumieron que la pieza -tan sugerente y atrevida para un grupo visionario, en medio de un contexto satánico, donde expresarse con dobleces también puede ser fatal- finalmente se trataba de una desmesurada escultura muy lejos de la verdadera imagen del héroe nacional, que le sobraba asimismo un cuerpo envuelto en túnicas y, sobre todo, dando la apariencia de un patriota un tanto amanerado que para nada entonaba con la Obra.
Claro, con el tiempo, para presentarse en otros salones provinciales, El pan nuestro pasó por innumerables obstáculos, la mayoría insuperables, y cuando conseguía finalmente que fuese aceptada, si a caso una mención era cuanto le prodigaban, y no sin cierta reserva.
Por suerte, antes de irme de Cuba, por gestiones de una persona a la que quiero y respeto enormemente, y admiro, la escultura fue a parar a la universidad de Cienfuegos no sin que los funcionarios rectores sospecharan. Sin embargo, al no entender con la debida transparencia lo que se proponía el artista -por ser ellos mecánicos y no cerebros-, e igual no prestarle demasiada atención a las palabras del catálogo, la pieza de un Martí antiguo, venerable, y repito, hasta un tanto apocalíptico a pesar de un aparente y raro sosiego -nuestro Moisés nacional-, fue ubicada en uno de los pasillos principales de la alta casa de estudio cienfueguera. Hoy, casi sietes años después de haberme ido de Cuba, tengo mis dudas de que siga en el mismo lugar… Dios quiera que continúe allí.