Próximamente Editorial Silueta habrá de presentar Es trsite ser gato y ser tuerto, una suerte de obras completas de Juan Francisco Pulido. En el 2007, Rodolfo Martínez Sotomayor presentaba Palabras para un joven suicida. En este cuaderno, más que cuentos del propio Pulido, se publicaron historias de escritores que compartieron una buena amistad con el joven cienfueguero en la época en que vivió en Miami. Narraciones que nacieron como un sentido homenaje, y sin previo acuerdo, después de conocerse la noticia de su suicidio.
Ahora Silueta retoma la figura del “El Momo” y edita casi la totalidad de su obra. Historias, muchas de ellas inéditas debido a la fuerte censura de que fue objeto Pulido en Cuba, y lo peor, no sólo la oficialista.
El texto que sigue es una reseña que escribiera de Palabras…, y publicada originalmente en el Diario Las Américas en enero del 2007.
GOODBYE BLUE SKY
WELCOME JOHN P.
WELCOME JOHN P.
In the desert you can't remember your name…
América.
por Denis Fortun
A veces un hombre no tiene el derecho de morirse, y menos por su propia mano y maroma. Sin embargo, a veces, "estos a veces" presuponen la honra, se vuelven un buen libro, y también un poco lo insólito,aún cuando queda claro que la regla de vivir es definitivamente mejor que la regla de morirse, mucho más si hay que decir y contar.
Palabras por un joven suicida (Homenaje al escritor Juan Francisco Pulido), compilación de Rodolfo Martínez Sotomayor (Editorial Silueta, 2006), es sin dudas una magnífica selección y, asimismo, en una muy buena "envoltura" (entiéndase el libro objeto). Su inicio lo conforman seis relatos de narradores hechos y oficiosos, luego vienen tres del propio Pulido que van a darle una completa coherencia al proyecto y el placer de releer sus buenos cuentos los que ya tenían la suerte de conocerlos -o descubrirlos esos que todavía no lo han hecho-, además de artículos y poemas que finalmente cierran el cuaderno. Una acertada selección que Rodolfo, con buen olfato, convierte en historias lo impensado mucho antes de febrero de 2001, cuando compartían, aún todos juntos o por separados (pero Pulido siempre al centro), sus proyectos, cuentos, poemas, intentos de invasiones, y vino, mucho vino tinto, encuentros entre amigos que hoy se agradece.
Valen citarse algunos, sin menosprecio a otros trabajos: Confesa culpa, de Eva M. Vergara. Una narración que se hilvana a partir de nostalgias y una cuerda; complicidades del amigo y el reproche de un libro irrecuperable; la infidelidad que marca en un teléfono que le duele una tripartita historia de amor, y sobre todo el cuento de cómo te ves muerto y lo que soy al tocar tu nombre por primera vez dimensionado, tangible; letras que cierran fecha sobre un mármol frío y que reafirman en la ausencia, la lobreguez del concepto. Prosa fresca, de otra letra suelta y viva, irreverente.
Le sigue Aún nuestra juventud era una cosa ajena, de José Abreu Felippe, y el que confieso es uno de los que me provoca un morboso regodeo al leerlo, y de ahí la culpa, por lo que no pude resistirme a poner el disco The Wall y escuchar a Pink Floyd, el del John Pulido.
Bien disfrutable (y asumo el disfrute sin reserva alguna como una categoría estética), controvertido asimismo, es Mario Marcel a las puertas del cielo, de Armando de Armas. Un texto que podría definirse como la historia de la reiterada muerte incompleta que de tanto anunciarse -porque Pulido llevaba mil años matándose- no se creyese en ella y a la que por desgracia se tuvo confirmación.
Tres citas en el sur de Carlos Victoria; La noche en el abismo de Luis de la Paz; y Eterno Viajero, del propio Rodolfo Martínez, cierran (y digo cierran por definirlo de alguna manera porque no es ese precisamente el orden que tienen los cuentos) la partitura para después de tres artículos de José Abreu Felippe, Belkis Cuza Malé y José Antonio Pino, se encuentre el lector con poemas que sólo por citar uno, y de nuevo repito, sin desmerecer a otros -me refiero al de Joaquín Gálvez- nos entregue una comunión de muertes, el consuicidio, y a Silvia Plath llevando por una mano al "Momo" para darle su testimonio de la luz, a la que sin dudas él tiene derecho y espacio.
Un libro más que bien pensado es Palabras por un joven suicida, y nace no sólo por la buena seña que deja el talento, sino por el apego de la amistad y el pago de su disfrute. Su parto no respeta códigos editoriales o normas al salirse de formatos, y lo mismo trae un testimonio que a bien llega para que los ciegos útiles y cómplices de arbitrios, sepan de puño y letra de Pulido cuándo y cómo trataron de borrarlo, joven que estaba más a fin al servicio de Dios, de la libertad, que ese,el habitual y abyecto, el de levantar su dedo subordinando el gesto al despreciable ejercicio de señalar al prójimo cuando éste no reunía las "características del hombre nuevo". Un estéril intento, para el que no encontraron la goma de borrar suficientemente grande, y ellos mismos, sin proponérselo, le dieron vuelo y fuerza a un joven que dejó bien claro su apego a la libertad, al punto de hacer con su vida lo que entendiese; y créanme, no hago una apología al suicidio.
Palabras por un joven suicida está para cobrarle precisamente a los verdugos de Pulido toda la invalidez mental que transpiran desde sus ojos estrávicos y lenguas anti-verbos, por la que tantos han sufrido. Y el mismo Pulido, con sus historias magistralmente contadas, su testimonio; las historias de los que se unen en este cuaderno, ya sea narrativa, poesía, o artículos en los que se siente el sabor de dejarle un abrazo a un amigo gracias al consejo de un ángel (artículo de Belkis Cuza Malé), o la enseñanza para otro "…que la vida era algo más que mis problemas, que mi tedio, mi aburrimiento, que mi desesperanza" (ironía del Momo, que no practicó la prédica que le daba a José Antonio Pino) han de mostrarle a muchos que el hombre no muere al irse, cuando sabe dejar su impronta por su ingenio y apego a la verdad.
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Palabras por un joven suicida fue presentado por la revista electrónica El Ateje y la Editorial Silueta el martes 30 de enero de 2007 en el Centro Cultural Español. Participaron entre otros, los escritores Rodolfo Martínez Sotomayor, Carlos Victoria, José Abreu Felippe, Luis de la Paz y Armando de Armas.