
Sin embargo, tampoco es así de simple. Las grandes ciudades, las más diversas o cosmopolitas, las más desarrolladas por consecuencia, decidieron en su mayoría por Keiko. Y en la parte que corresponde a esa América ancestral, poblada de indios, el sufragio favoreció al ex caudillo; desde este momento, señor presidente.
Fue una carrera agotadora. Sentimientos diversos repletaron el escenario político, entre los que cuentan una suerte de voto castigo para los ojos rasgados; y a último minuto, resaltar un desfigurado sentimiento nacionalista. Al Klan Fujimori -y no sin razón en ese primer punto- lo presentaron responsables de una época gris, además de extranjeros. Esto último, desfazado pero productivo. No les perdonan el gen japonés y los hay -fundamentalistas de esa izquierda retrograda que acompaña a Humala- quienes manejaron con destreza el asunto de que por segunda vez un foráneo ha de ser "El Jefe".
Claro, Humala se vendió como un moderado. Intenta desmarcase (en público, que a puertas cerradas es otra cosa) de una corriente tan depauperada como la chavista. El hombre, a diferencia de su primer intento, fue publicitándose a la usanza del viejo zorro de Lula.
¿Pero será real esa imagen que pretende vendernos? No lo creo. Humala llega de cuarteles, olor a orine y sabor a órdenes que no se discuten. Y aunque los sindicatos latinoamericanos de corte estalinistas no distan muchos de la organizaciones militares en cuanto a funcionamiento, gustan más de las apariencias.
Por lo pronto, Perú es un enigma si se piensa que el estrenado hombre fuerte se va a mantener dentro de las normas de la democracia civilizada, de consulta, y no va a comenzar procesos de modificaciones que terminen por acabar la naturaleza de ese que lo puso en el poder; y entre todas ellas, el cambio de la constitución, como adoran practicar los nuevos revolucionarios a las pocas horas de sentarse en la silla presidencial; que algo ha de tener la "butaquita", que los fascina al punto de no querer soltarla luego de ubicar sus posaderas y por el empeño van a la búsqueda de cuanto método consiga perpetuarlos. O estará muy lejos de convertirse en un acertijo, será todo lo previsible que se espera, si Humala, como han venido comportándose sus “compañeros de lucha” -en especial el iluminado boliviano- declara a las pocas horas de entrar al Palacio Presidencial que el octogenario del caribe es la inspiración, el abuelito sabio, y la vía para erradicar la pobreza es masificándola, tal y como ha hecho muy sabiamente el presidente venezolano.
Porque, de eso se trata esta clase proyectos: la desmedida reproducción de los miserables con tal de que la cantidad que los mantenga en el poder sea suficiente. Muchos desplumados, a semejanza de la gallina de Stalin, como para poner a todo un país de rodillas…