Denis Fortún, autor de Serio
divertimento (clic sobre la portada del libro para adquirirlo en
Amazon) responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera
práctica de profundizar, con el autor, en su obra y sus experiencias:
Puente a la Vista (PV):
Cuéntenos sobre sus
inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus
primeros textos?
Denis Fortún (DF): Siendo
un muchacho, en sexto grado, gracias a mi madre, me leí Los conquistadores del fuego,
o La conquista del fuego,
como igual se presenta la novela de Joseph Henry Honoré Boex, más conocido por
el seudónimo de J. H. Rosny. Sin embargo, si bien en ese instante no padecí “la
conciencia premonitoria” de que en mi adultez iba a escribir, sí resultó una
suerte de convicción que fue creciendo con el tiempo. Hoy, no me cabe duda,
gracias a ese libro terminé por hacerlo. De hecho, tengo un relato cargado de
una fuerte ironía, denuncia más bien, por el modo de sobrevivir que nos tocó en
La Habana de los noventa (‘Deseos’), publicado en El libro de los Cocozapatos (Editorial
Silueta), que lo dedico a sus personajes: Naoh, Nam, Gau, y a la hermosa Gamla.
Ese, además, es uno de mis primeros textos, escrito a los treinta y seis años.
Después vino la poesía. Una parte de mí no comulga totalmente con la prosa, esa
que, al decir de Apollinaire, es buena para los periódicos.
PV: Defina o mencione brevemente, por favor, aquello
que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.
DF: Un poco de mí. Y de ellos, mucho más…
PV: Mencione tres autores o libros que considere
fundamentales o que lo hayan inspirado o influido durante su trayectoria
creativa.
DF: Comienzo al revés, por el número dos, un viejo
amigo que ya era escritor cuando yo me dedicaba únicamente a poner luces en un
cabaret, por esa faena de luminotécnico que tantas satisfacciones y placer me
dio en su momento. Quiero ser honesto, reconocer que le debo mucho en este
“oficio” (que no recomiendo a nadie, y apenas si lo conozco bien) a Armando de
Armas. Por él, cuando éramos “más jóvenes”, allá por la segunda mitad de la
década de los ochenta, y corríamos Cienfuegos arriba y abajo, siendo testigo
del mismo modo de cómo escribía su novela La
Tabla, de su pasión y disciplina para con la literatura, no tuve
dudas que era un buen momento para que yo reafirmara lo que había intuido en mi
adolescencia. Sin embargo, no fue hasta el año dos mil que decidí escribir con
regularidad. Después, vinieron un par de amigos que influyeron sobre todo en la
poesía. Y por último, la que fue mi mujer en Cuba, quien siempre confió en mí,
me impulsó muchísimo a que no dejara de borronear cuartillas, época en que
escribía a mano, sobre papel (cualquiera que fuera) y con bolígrafos. El cuanto
al primer autor, ya te lo mencioné en la pregunta que abre este cuestionario:
J. H. Rosny. El resto de los escritores a que debo aludir no consigo reducirlo
al único que me queda, según tu lista de tres. Podría, por ejemplo, señalar a
Vallejo y Borges, ya más crecidito yo, con una disposición para la literatura
más comprometida. En mi adolescencia, a Julio Verne, Emilio Salgari. Hablo de
un momento en mi vida en que la lectura me lleva a soñar que un día la crearás
tú mismo, y fantaseas con eso de escribir alguna vez. En fin, demasiados marcaron
mi “existencia literaria” de algún modo. Voy entonces, para resumir, por varios
los libros importantes, con sus autores, que desde esa edad de la que te hablo
(doce, trece, catorce años), hasta la fecha, me susurraban que fuera cómplice
de sus andanzas. Desde luego, lista incompleta, supondrás que son demasiados: El maestro y Margarita, Corazón de
perros, ambos de Bulgakov; Juego
de abalorios, de Hermann Hesse; La
montaña mágica, de Thomas Mann; Los
quinientos millones de la Begún, de Verne; Fouché y Magallanes, los dos de
Zweig; La guerra del fin
del mundo, de Vargas Llosa; Corazón,
de Edmundo de Amicis; El
Principito, de Saint-Exupéry (aunque suene manido, trillado); La piel de Onagro, de
Balzac; Mala jugada,
de Armando de Armas; Los
anormales son invisibles, de Jesús Candelario; El espíritu de las leyes,
del Barón de Montesquieu; uno de matemáticas, que me obligaban a estudiarlo, y
que odiaba tanto, al punto que cuando fui a devolverlo me robé otro de
literatura en la biblioteca de mi escuela. Qué sé yo, la lista es inmensa…
PV: ¿A partir de las nuevas teorías cuánticas según
las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la
información, estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?
DF: Amén de que resulta una suerte de ecuación que
vincula a la absorción (vivencias), lo que presupone luego emisión (escritura),
ya sea parcial o total, lo que es básicamente un concepto físico-cuántico, por
supuesto que la vida es literatura. Si alguien lo duda, tome cualquier libro,
sin importar género, incluso de poesía, y léalo. Verá que no miento.
Denis Fortún (La Habana, 1963). Poeta y
narrador. Artículos y crónicas de su autoría, con un toque humorístico sobre la
cotidianeidad en Cuba y su exilio, aparecen con regularidad en bitácoras de
otros autores, y en diversos ciberportales y revistas. Textos suyos han sido
incluidos en antologías de narrativa y poesía en Cuba, México y Estados Unidos.
En Miami, donde reside actualmente, edita el blog Fernandina de Jagua. Ha
publicado los poemarios ‘Zona desconocida’ y ‘Serio divertimento’, ‘El libro de
los Cocozapatos’ (narrativa) y ‘Diles que no me devuelvan’(crónicas). Tiene inéditas dos novelas: 'Cueros contemporáneos' y '324 Mendoza'
Texto íntegro que tomo de Puente a la Vista
Armando Añel
Miami