por Luis Pérez de Castro
Siempre que leo poesía, fundamentalmente la no siempre bien pre-ponderada poesía breve, nuevas interrogantes proliferan en mí; interrogantes propias ante el ser que leo, con el que me identifico y sufro sus heridas; interrogantes como “¿dominará la forma lírica su esperado encuentro con la realidad circundante?”, y otras tantas que siempre se descodifican con la degustación de cada imagen, metáfora o sílaba perdida en las alteraciones o la musicalidad de los poemas. Y lo confieso, nada me fue diferente cuando a mis manos llegó el poemario Serio divertimento, del escritor Denis Fortún Bouzo (Neo Club Ediciones, Miami, 2016).
Crecen barrotes al este de La Habana
el alquitrán de Judea resulta intransitable
tus piernas han de someterse a un patio
cuadrado.
Marcan tus pies sólo cuajos de culpas
tus manos se retuercen
tus pulgares sangran por sendas flores de púas
la ilusión trae sahumerio de plomo.
Con estos versos pertenecientes al poema Ley, página 9, comienza la búsqueda que signará el resto de los poemas, una búsqueda no sólo del yo, también del otro(s); búsqueda que paradójicamente es su esencia, la que le permite, a su vez, escapar de sus desdoblamientos, es decir, de las propias trampas de su conciencia, reafirmando con ello el sentir del poeta cubano Emilio Ballagas cuando en 1939 dijo: “La vida de todo artista está hecha de huidas a sí mismo y de escapadas a la vida. Este limpio juego de balanza –justo equilibrio– es lo que mantiene el ímpetu creador, que a la vez es ansia comunicativa y no puede permanecer encarcelado dentro del individuo…”.
En el resto del cuaderno, estructurado por tres secciones, Páramo (I), Derivaciones razonables (Intermezo) y Femme de Picasso (II), y veintisiete poemas, insiste en la evocación del paisaje y de cuantos hechos lo aturden –y lo aturdieron–, como hombre sufriente de su tiempo, como ser que palpita y se deja atravesar por su propio yo poético que se desdobla insensatamente. Así su visión se vuelve atormentadora para demostrarnos que el pasado no se debe resignificar con el frío o la pasividad que prodigan los ojos del presente, como nos demuestra en el poema Pies, página 11:
El agua es una marca hacia la vuelta
lo de menos es la sal
esa será siempre una herida que no cierra.
(…)
El agua es filigrana que avasalla a tu pellejo
y has de evaporar el rastro.
Fuerza emotiva y sagacidad verbal, voz de hombre/poeta con entonación personal y determinada: entonación que conjuga entrega y pasión, valor predeterminado a prueba del tiempo. El erotismo también es una constante. Aquí la hombre/poeta se desnuda de sí, se escapa de las ataduras impuestas por un tiempo sórdido y nos grita a quemarropa en el poema Hálito de saxo, página 31:
Voy en un soplo tenor
a bufar por la belleza de tus escuálidas nalgas
voy por tus senos pequeños
voy por licencias
y voy.
La tierra, la sangre, la raza, el diario acontecer, los dioses más allá de toda credibilidad, nada escapa de la visión abrumadora del hombre/poeta, todo en su entorno se vuelve una justificación para el encuentro, para un erotismo suave, lleno de rompimientos; para imponernos su discurso, sus situaciones vitales, en ocasiones casi excluyentes.
En Serio divertimento hablan muchas voces, he ahí su pluralidad, el signo que lo define y que refuerza, en todo su conjunto, su carácter desacralizador. Y es precisamente en los poemas Los exiliados también aman, página 32, y Réplica, página 41, donde se demuestra la universalidad de su poesía, la unidad temática que nos une no como continente, sí como hombres y mujeres hundidos en esa mezcla de sentimientos que anunciaran en su poesía Emilio Ballagas y Nicolás Guillén, la mezcla de razas, de musicalidad, nuestra propia identidad, que se engrandese por su voz diáfana y elocuente, pero dolida en su interior.
Lavo mi destierro con la evocación de tus huesos
luego se atempera hasta ensuciarlo
enojosa higiene que le debo a la nostalgia
de tu puta ausencia.
(Los exiliados también aman)
Tu cuerpo no es sólo resonancia
también mímica suave
felina
que conmueve
No duermas si me sabes despierto
soy tú al otro lado del espejo.
(Réplica)
Lo confieso una vez más, las interrogantes que en un momento proliferaron en mí quedaron tendidas en el camino, pues estamos en presencia de un libro que logra no sólo el culto a esa realidad que nos acecha y nos puede matar, también a la mujer, al buen decir idiomático. Un libro donde se aprecia un ligero temblor, como un sonido de corazón trémulo, preocupado por el universo y asistido por sus razones, como si lo acorralara el pavor de la agresión externa. Un libro que a través del verso logra romper el cerco del miedo –del miedo a la temporalidad, a la vida efímera, a la acción hostil de los humanos–, y nos ofrece esa única libertad posible, su poesía más allá del eco de su voz.