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El regocijo de un aniversario, se troca en tristeza. La esperanza de que se recupere el emporio, se ve lejos. Muchas veces he dicho que no me importa La Habana y menos los don Juanes que van a cortejarla. Pero duele enormemente que, en este cumpleaños, las velas de su pastel sean sólo utilitarias para que se alumbren los que la habitan; que a penas si existe pólvora para que truene el cañonazo; que los marineros aún no regresen reclamando su noviembre. Suerte que Aggayú se acomoda otro golpe, y terco, sigue cuidando la Ceiba y nos invita a otra vuelta.
Hoy lunes enciendo mi tabaco, invoco a Eleggua, y pido que al menos consigan asfaltar sus calles, devolverles sus viejos nombres, y desde lejos, con el humo, intento darle un beso a la que fue mi Habana; la que descubro con rabia, a pesar de todo, aún la quiero y me atrevo a dedicarle poemas.
(la foto que ilustra este post fue tomada de Pinceladas-rosas)