La red amanece hoy lunes cargada de noticias, de las que uno no puede sustraerse: golpizas; muros; convocatorias; sitiados; secuestros; dudas y resentimientos; Feria del Libro. Sin embargo, no voy a comentar sobre lo que otros ya han hecho, y me limito a enmendar un error -de los tantos que cometo a diario- por el justo pedido de un amigo, que con toda razón espera él que yo lo rectifique.
Pues bien, directo al punto, se trata de una pregunta que le hice a Margarita García Alonso en la entrevista que ella tan gentilmente me concediera, y que yo publiqué en Fernandina hará unos días, donde evidentemente no fui lo riguroso que se debe ser a la hora de investigar -un ejercicio imprescindible si se pretende seriedad-, y que por mi ligereza, pues ha creado tal vez cierta confusuón. Por supuesto, publico la pregunta y su debida respuesta; luego aclaro.
DF. Me remito a Ignacio Granados, ¿pintas por no saber hablar francés?
MGA. Cuando caí en esta región, ya leía el francés y lo hablaba académico. Los havreses con su acento me dañaban el tímpano… No sé por qué, pero siempre he andado con pintores, o con gente de teatro, que me habían dado coraje, y hasta celebrado. Así, que a fuerza de no querer, acepté la poesía, -es decir, la lengua; ni la mía, que pensaba había perdido su derecho a expresarse, ni esta de hacha y corta vientos– por lo que me solté a contar historias en los cuadros…y se convirtió en vicio.
El caso es que, al remitirme a Grandados, lo que hago en realidad es referirme a una de sus páginas, donde leí esta simpática observación que le hicieran a Margarita en otra entrevista, desde luego, practicada por otro entrevistador. No quiere decir esto, que haya sido Ignacio quien aseguró que, por no hablar bien el francés Lamarga -detalle además muy lejos de la realidad-, es por eso que pinta.
Ahora bien, aclaro otro punto. Si por el supuesto hecho de que Margarita no dominase bien la lengua de Victor Hugo, es que ella pinta, en todo caso se agradece el acto de que no parlé francé trebian. En sus pinturas, como bien dice Carlos Wotzkow, se aprecia no sólo los cuerpos perfectos de sus modelos, sino que transmiten la fuerte emoción que produce mirar la buena poesía hecha a base de contrastes de color. Por lo que está probado, que un artista no precisa de un idioma definido, o simplemente ha de recurrir a uno en particular. La necesidad de decir, al menos en el arte, se traduce en miles de formas y lenguajes, y si además, se oficia con sobrado talento, tal y como lo hace Lamarga, mucho mejor.
¿Satisfecho mi buen amigo? Espero que si
La ilustración de este post es una pintura de Margarita, titulada Pidiendo por la paz (click en el título para leer la reseña "La Marga: una isla en su pintura", de Carlos Wotzkow)