Alguien en comentarios me reclama que en la recién entrevista que le hice a Joaquín Gálvez, hubo un par de preguntas insidiosas. A este buen amigo le contesto con la mayor sinceridad que pueda y sin resentimiento.
He creído siempre que una entrevista ha de ser un acto pleno de sinceridad en ambas partes. Quien interroga, ha de ejercer de manera que pueda abarcar, sino todas, al menos la mayor cantidad de dudas que otros tienen, legitimas muchas de ellas. Quien contesta, aunque en apariencia ha de estar bajo el sometimiento de quien lo cuestiona, igualmente está en todo su derecho de negarse, pero de atreverse, sus respuestas -las que, reitero, han de ser honestas, de lo contrario perdería credibilidad-, aunque no las exponga como uno espera, y hasta las esquive con elegancia, es bueno no dejar de hacerlo a pesar de que vea ciertos visos de maledicencia..
Confieso que odio ese tipo de conferencia, que trata de antemano, poner en una posición cómoda al entrevistado y donde se evidencia una almibarada apología. Pienso que, mientras más peliagudas sean estas, siempre que se hagan con el debido respeto, el entrevistado tiene mayores posibilidades de enseñar lo que realmente pretende o, el por qué de lo que hace.
La insidia, está bien lejos de lo que me propongo. En todo caso, es la lícita duda la que me asiste, entre otras cosas, porque conozco un poquito la naturaleza humana. Además, tengo como premisa dejar claro mi reconocimiento -lo que es ya evidente desde que comienzo a preparar el cuestionario-, ya sea por la obra o vida de quien le pregunto y, asimismo, mi agradecimiento por tomarse el tiempo de contestarme; lo que no significa que ha de ser un consagrado o un sujeto famoso. Basta con que a mi me interese lo que realiza, pinta, fotografía, como baila o escribe, como bloguea, lo que publica, y un extenso etcétera, para que me sienta motivado a entrevistarlo. Si me contesta luego, o no, depende de la persona. De hecho, los hay quienes todavía, después de semanas de haberle enviado un cuestionario, se escudan en demasiadas obligaciones y/o trabajo, o la por la pulcritud que intentan conseguir en sus afirmaciones, y esta es la hora en que no me envían de vuelta sus respuestas. Sin embargo, nada contra ellos y, mucho menos, por eso voy a dejar de reconocerlos por lo que son y dejar de contarlos entre mis buenos amigos.
No pretendo ser “retorcidito”, lo que algunos ven lamentablemente. Ahora, no voy a ceder a la mojigatería por un excesivo cuidado o por temor a incomodar a mis internuncios o a aquellos que de una manera tácita se les haga referencia, eso sí, sin irrespetarlos.
Mis preguntas, más bien persiguen que, quienes las respondan, tengan la posibilidad de mostrase en su verdadera dimensión -por cierto, lo que a algunos les molesta- y jamás se las haré a los que no cuentan con el suficiente "color" como para motivarme. La palidez es únicamente atractiva entre los vampiros.