Ayer finalmente conseguí ver Avatar, película que hasta la fecha a recaudado casi quinientos millones de dólares por todo el mundo. Confieso que el guión me recordó, desde Rambo hasta la Carga de los Seiscientos, tocando por momentos el cine de Akira Kurosawa, y todo sin mucho rigor. Sin embargo, esto no le quita merito alguno a la realización de James Cameron, quien ya confesó que prepara una trilogía y la segunda parte ha de estrenarse en el 2012. Eso, si no es que antes la demanda de los comunistas rusos tiene efecto y encarcelan al director por el supuesto plagio del que le acusan, al copiar, según estos “enardecidos ciudadanos”, de la obra de varios autores "ex soviéticos".
Avatar puede tener innumerables defectos. Lo
mismo cuenta con un sinnúmero de críticos. Pero para nada es un filme que ha de ignorarse. La belleza de sus imágenes, así como la de sus efectos especiales -a pesar de que un espectador exigente consigue fácilmente establecer referencias con otros clásicos del genero- es digna de disfrutarse en sala grande lo mismo en 3D que en formato regular. Por tanto, la recomiendo aún cuando se le encuentre alguna que otra hojarasca a la historia, que a mi modo de ver, no empaña para lo que fue concebida: sin otra aspiración que la de entretener y generar ganancias.