Confieso que he leído este corto discurso varias veces desde que lo descubrí en Cuba Inglesa. No cabe duda alguna que, las reglas lo mismo existen para que las excepciones brillen -lamentablemente, en este lado del mundo, el contar con estadistas mediocres se ha convertido en una regla-, y Oscar Arias es esa honrosa singularidad de la que deben aprender todos aquellos que aspiren a una silla presidencial en este lado del mundo; debería ser un manual de obligatorio estudio esta palabras, y que fuese luego objeto de riguroso examen, y quien no lo aprobase, que se retirara definitivamente de la política y se dedicara a vender "pupusas".
En una América que mucho le cuesta balancearse, ser comedida, inteligente, aparece este hombre y les dice a todos que van sin camisa por el hemisferio, y que la matita
de la democracia, tan frágil, apenas si la siembran correctamente, por lo que no crece al no agarrarse con fuerza a la tierra; que una mayoría de presidentes, en todo caso, se confunden y pensando que es otra hierba, se la fuman. Que a esa delicada mujer, a penas si la conocen, y la tratan cual pobrecita puta, culpándola además de cuanto desacierto y abuso comenten, pues todo se hace supuestamente en su nombre...
Discurso de Oscar Arias en la Cumbre de Cancún (tomado de Cuba Inglesa)
Es muy fácil defender los derechos de quienes piensan igual que nosotros. Defender los derechos de quienes piensan distinto, ése es el reto del verdadero demócrata. Ojalá nuestros pueblos tengan la sabiduría para elegir gobernantes a quienes no les quede grande la camisa democrática.
“Y ojalá también sepan resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional por una democracia participativa caótica. Parafraseando a Octavio Paz, me atrevo a decir que en nuestra región la democracia no necesita echar alas, lo que necesita es echar raíces. Antes de vender tiquetes al paraíso, preocupémonos primero por consolidar nuestras endebles instituciones, por resguardar las garantías fundamentales, por asegurar la igualdad de oportunidades para nuestros ciudadanos, por aumentar la transparencia de nuestros gobiernos, y sobre todo, por mejorar la efectividad de nuestras burocracias. Mi experiencia como gobernante me ha comprobado que los nuestros son Estados escleróticos e hipertrofiados, incapaces de satisfacer las necesidades de nuestros pueblos y de brindar los frutos que la democracia está obligada a entregar”.