Portales de la librería Dionisio San Román, en San Fernando y Prado. Cienfuegos.
Del 24 al 28 de febrero ha de celebrarse en Cienfuegos la 19 Feria Internacional del Libro. Es decir, el evento, que se mueve por todo el país luego de su estreno en La Cabaña, por esos días, toca su realización en la parte central de la Isla -junto a Villa Clara y Santi Spiritus-. Anuncian que esta edición estará dedicada -a nivel nacional; aún no se menciona cuál escritor local será el homenajeado- a los intelectuales María del Carmen Barcia, quien por muchos años ha ejercido la enseñanza, la investigación y la interpretación de nuestra memoria histórica, lo que la ha hecho merecer los más altos premios que conceden las ciencias sociales en Cuba, y a Reinaldo Gonzáles, al que la nota de prensa de Azurina describe como un ensayista, que se le deben textos medulares para el conocimiento de nuestra identidad nacional y de nuestra cultura.
Igualmente, se reconocerá la labor de la editoriales territoriales durante los diez años que llevan trabajando en las catorce provincias, conocidas en Cuba como las Riso -por su trade mark Risograph-; pequeñas imprentas de laser equipadas con presilladoras y guillotina, que vinieron a resolver en buena medida la falta de publicación de los escritores residentes fuera de la capital, los que, al "no estar familiarizados con los mecanismos editoriales nacionales”, para acceder a ellos, a la gran mayoría les resultaba literalmente imposible. También, como actividad colateral, se exhibirá una muestra de cine ruso, por lo que, en las salas de la vieja Fernandina -imagino que no muy pobladas por esos días- sólo se verá la palabra Koniec.
Sin embargo, del asmático de Trocadero 162, ni una palabra. Se pasa por alto el mejor de los pretextos que esta Feria podría utilizar para reivindicar de alguna manera al eterno olvidado, al viajero inmóvil -definición del gordo que leí en La Otra Esquina de las Palabras y que me gustó-: el centenario del Hijo del Coronel.
Igualmente, se reconocerá la labor de la editoriales territoriales durante los diez años que llevan trabajando en las catorce provincias, conocidas en Cuba como las Riso -por su trade mark Risograph-; pequeñas imprentas de laser equipadas con presilladoras y guillotina, que vinieron a resolver en buena medida la falta de publicación de los escritores residentes fuera de la capital, los que, al "no estar familiarizados con los mecanismos editoriales nacionales”, para acceder a ellos, a la gran mayoría les resultaba literalmente imposible. También, como actividad colateral, se exhibirá una muestra de cine ruso, por lo que, en las salas de la vieja Fernandina -imagino que no muy pobladas por esos días- sólo se verá la palabra Koniec.
Sin embargo, del asmático de Trocadero 162, ni una palabra. Se pasa por alto el mejor de los pretextos que esta Feria podría utilizar para reivindicar de alguna manera al eterno olvidado, al viajero inmóvil -definición del gordo que leí en La Otra Esquina de las Palabras y que me gustó-: el centenario del Hijo del Coronel.