jueves, 11 de febrero de 2010

La tristeza de no ser asmático


Descubro en la Finca un post sobre “la voz de los poetas”, que me remite a aquellas lecturas, las cuales todas tenían un denominador común: los participantes leíamos nuestros poemas en la misma “cuerda“. La forma de hacerlo, alguien me confesó una vez que, primero que todo pretendía alejarnos de la declamación, un acto que le imprime al verso cuando se lee un innecesario histrionismo; un gesto, considerado por los “establecidos”, únicamente digno para los declamadores de Buesa, muy utilizado además por los pioneros en actos patrióticos y, muy pasado de moda. Sin embargo, a no ser por la peculiaridad sonora que cada persona cuenta en su voz -por llamarlo de alguna forma, su color-, la manera se repetía sin pudor alguno y esa “entonación que se reserva para seducir a la audiencia” carecía, lamentablemente, de diversidad; es más, si te apartabas un tanto de esa resonancia que se produce al vibrar las cuerdas vocales en la boca, en la nariz, o en ambas, regente en las lecturas, te miraban con sospechas y asimismo eras considerado muy mal lector. No importaba si, quien lo hacia era un consagrado o, un entusiasta novel; no importaba siquiera, si lo leído merecía escucharse. Sólo debías seguir el patrón de modulación si deseabas que te aceptaran.

Confieso que el “modo” me lo he tropezado en Miami. Los hay quienes aún siguen apegados a esa forma de lectura, que al decir de Sosa, le sobra “esa apropiación (…) casi decorativa, del entusiasmo”. También reconozco que, acudir a otra, depende lo mismo de nuestra respiración -la tristeza de que un poeta no sea asmático a muchos los golpea fuerte- y que cada cual puede hacerlo como le venga en ganas pues no hay que regirse por referentes; que lo que importa ciertamente es el verso...