La noticia de que una pareja de nigerianos, de la raza negra, tuviesen una niña de ojos azules, blanca, de pelo rubio, incluso con dientes rubios tal y como quería la madre de Ligia Elena que fuese su nietecita antes de que ésta huyese con un trompetista, ha conmocionado a la comunidad científica inglesa. “Ni Benjamín, de 44 años, y Ángela Ihegboro, de 35, los progenitores de la beba, ni los propios médicos pueden explicarlo. Nmachi, que significa Belleza de Dios en nigeriano, no es albina y tampoco tiene mezcla racial en su árbol genealógico”; además, el padre de la pequeña está convencido de que su mujer no le ha sido infiel con uno de los tantos europeos que visitan o trabajan a todo lo largo y ancho del continente africano.
Sin embargo, el caso que la prensa internacional reporta como único, no lo es así tan así. Hace ya más de veinte años, cuando aún vivía en La Habana, Aurorita, una vecina mía que trabajaba en el Hospital ginecobstétrico Gonzáles Coro, más conocido como el Sagrado Corazón de Jesús, en el Vedado, me contó de una historia similar, con la diferencia de que los padres eran blancos y tuvieron una criatura negrita. El hecho, conmocionó lo mismo a la comunidad, no tanto a la científica, si no a la del barrio donde vivía el matrimonio. Me decía Aurorita, que al padre, cuando le mostraron su hija, el tipo, convencido de que se trataba de una broma, pidió que le trajesen a su verdadera niña, y el médico que hizo el parto, muy solemne, como si estuviese dando una terrible noticia, le confirmó que la hermosa y corpulenta nené que cargaba la enfermera entre sus brazos y que le presentaba a través del cristal, era la suya.
A diferencia de la tranquilidad del nigeriano y su plena confianza de que su mujer no estuvo horizontal en otros Lares, el cubano ahí mismo metió un escándalo de magnitudes colosales y fue hasta el cuarto donde se encontraba su mujer y le dijo…
Citado por el periódico londinense The Sun, el profesor Bryan Sykes, experto en genética humana de la Universidad de Oxford, calificó el nacimiento como extraordinario, afirmación que sin dudas es cierta; y en Nigeria el suceso, que puede definirse como una travesura de la Madre Natura, no provocó que el agua se desbordase a niveles peligrosos, y la cordura, la credulidad en la pareja y las sorpresas hereditarias, primaron sobre la dudas razonables. Pero en La Habana, la cosa, como hablan los guajiros, “cambea…”, debido a que no somos tan dados a la ciencia, a no ser que sean las ocultas...
Sin embargo, el caso que la prensa internacional reporta como único, no lo es así tan así. Hace ya más de veinte años, cuando aún vivía en La Habana, Aurorita, una vecina mía que trabajaba en el Hospital ginecobstétrico Gonzáles Coro, más conocido como el Sagrado Corazón de Jesús, en el Vedado, me contó de una historia similar, con la diferencia de que los padres eran blancos y tuvieron una criatura negrita. El hecho, conmocionó lo mismo a la comunidad, no tanto a la científica, si no a la del barrio donde vivía el matrimonio. Me decía Aurorita, que al padre, cuando le mostraron su hija, el tipo, convencido de que se trataba de una broma, pidió que le trajesen a su verdadera niña, y el médico que hizo el parto, muy solemne, como si estuviese dando una terrible noticia, le confirmó que la hermosa y corpulenta nené que cargaba la enfermera entre sus brazos y que le presentaba a través del cristal, era la suya.
A diferencia de la tranquilidad del nigeriano y su plena confianza de que su mujer no estuvo horizontal en otros Lares, el cubano ahí mismo metió un escándalo de magnitudes colosales y fue hasta el cuarto donde se encontraba su mujer y le dijo…
Citado por el periódico londinense The Sun, el profesor Bryan Sykes, experto en genética humana de la Universidad de Oxford, calificó el nacimiento como extraordinario, afirmación que sin dudas es cierta; y en Nigeria el suceso, que puede definirse como una travesura de la Madre Natura, no provocó que el agua se desbordase a niveles peligrosos, y la cordura, la credulidad en la pareja y las sorpresas hereditarias, primaron sobre la dudas razonables. Pero en La Habana, la cosa, como hablan los guajiros, “cambea…”, debido a que no somos tan dados a la ciencia, a no ser que sean las ocultas...