El próximo 7 de noviembre se cumplen 53 años del lanzamiento de la perrita Laika al espacio. Un nombre en extremo familiar, que junto a los "Vladimir de Jesús", las “Aliusha de la Caridad” o las "Liudmila de las Mercedes", conformaron alrededor de las décadas de los sesenta y setenta -hasta que se desatara en los ochenta el irrefrenable síndrome de la Y- el arcoiris eslavo que colmó de nombres a cuantos cubanos, y perros, habitaron y habitan aún en la querida Isla nuestra.
Laika, callejera cual el perro de Bulgakov, aunque no fue la primera, la entrenaron en cortísimo tiempo para que “tripulara” el Spútnik 2. Según Wikipedia, tras el éxito del Sputnik 1, el líder soviético Nikita Jrushchov solicitó que se lanzara un segundo satélite artificial al espacio para celebrar “por todo lo alto” el día del cuadragésimo aniversario de la Revolución de Octubre, en noviembre, el día siete específicamente. Cuando los científicos recibieron la orden enmascarada en una amable solicitud, de la que no podía negarse nadie a cumplir, ya se contaba con un satélite en fase de construcción, más sofisticado, “pero que no iba a estar listo sino hasta un mes después de la fecha requerida, por lo que fue descartado”. Este satélite "descartado" sería luego el Sputnik 3.
Entre el diez y doce de octubre del 57 se tomo finalmente la decisión de lanzar un nuevo artefacto. Por supuesto, la "sugerencia" del Jefe se cumplió a cabalidad y se hizo en tiempo record otro satélite -unas cuatro semanas. Ahora, la vertiginosa carrera por terminar en la fecha requerida la capsula, resultó más complicada cuando se supo que esta llevaría adentro a una perra.
Finalmente, con bombos, platillos y globos -todos rojos- el mundo conoció de la hazaña del Oso Estepario, y en Cuba se cantaron loas al socialismo y se habló de la infinita superioridad y el carácter humano de la conquista del cosmos por los hermanos soviéticos.
Lo que no se dijo, entre otras cosas porque ha sido un secreto bien guardado durante muchos años, es que la pobre perra murió a las pocas horas de orbitar en el espacio por sobrecalentamiento -lo que la achicharró-, y por el inmenso estrés del que fue objeto la infeliz criatura. Que los instrumentos, apenas si funcionaron correctamente; y además, se había previsto que en diez días la perra muriese al estar envenenada la comida de abordo, pues el tan cacareado retorno, que incluso provocó la imaginación de varios bromistas en Chile, lanzando en paracaídas a un perro para asegurar que Laika volvía por América Latina, se sabía imposible. No existía manera alguna para lograrlo en un intervalo de tiempo tan reducido.
Claro, no fueron los rusos los que solamente lanzaron animales al espacio. Los americanos hicieron lo suyo antes que Neil Armstrong alunizara con el Apolo 11 y pusiese finalmente sus pies en la Luna, y por supuesto, con sus respectivos fiascos. Sin embargo, el imperdonable error lo cargaron los “bolos” y todavía hoy la comunidad internacional le reprocha a ellos el “perricidio” que para nada aportó los elementos, la información que pretendían conseguir, excepto que demostró la posibilidad real de que un organismo vivo soportase las condiciones de microgravedad, lo que indudablemente es digno reconocer, abriendo así el camino para que el hombre participara en vuelos espaciales.
Por suerte, hoy el mundo le rinde homenaje a la tierna perrita. Desde novelas, en las que como Matías Pérez se cuenta fue rescatada por extraterrestres, hasta canciones como la de Mecano, le muestran agradecimiento. ¿Y quien sabe? A lo mejor anda ladrando por el espacio…
Para más información: Wikipedia