El caso es que, después de una conversación que tuve hará un par de semanas con un “compañero” de trabajo, sorprendido por su vehemencia al momento de defender las “nuevas tendencias de la política de izquierda latinoamericana y el tan sonado socialismo del siglo XXI”, no pude menos que al llegar a la casa regresar a un libro que considero es uno de las mejores volúmenes que describe a “personajes” como el que, sin duda alguna, clasifica mi colega de faena: Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano.
Sin embargo, lo increíble es que esta fauna de subnormales o tontos útiles, descrito de manera magistral por Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa (el junior del Nobel), se reproduce como la verdolaga. Por mucho que se esfuerzan los intelectuales de derecha, o simplemente de centro; o mejor aún, aquellos con sentido común y honestidad, al punto que se atreven a reconocer con hechos, cifras, citas, con valores irrebatibles a que nivel raya su estupidez, la réplica de la especie en esta parte de mundo va en aumento, y lo que es peor, sin control de su natalidad.
Resulta chocante que aún los viejos axiomas los sigan utilizando cual estandarte sacro, cuales muros impenetrables -cuando en realidad no lo es- y luego de la publicación del libro de marras, la proliferación de los Idiotas, a todos los niveles y estratos sociales, ocupe números alarmantes. Me pregunto entonces, qué de mal anda haciendo la derecha, la democracia, para que, cual epidemia, se comporte de manera incontrolable una tendencia que únicamente nos ha traído la miseria; una terrible moda que en nombre de una supuesta prosperidad, y por amor a los pobres, ha vuelto a Latinoamérica en un sitio de eterna carencia. Por supuesto, imagino que si uno de esos deficientes, chicos memos, leen mi articulo, tendrán a su favor una larga lista de justificaciones. Clarp, todas de una alta fragilidad que, con el más elemental análisis, se caerían como la clásica y gastada imagen del castillo de naipes
Recuerdo que en medio de la conversación, le dije al sujeto, no sin cierto cinismo, que le iba a prestar el Manual... Su respuesta, por primera vez airada, me dejó sin palabras. Sólo atiné a soltarle una carcajada, dar media vuelta, e irme: “Eso es un libro escrito por fascistas reaccionarios- gritó el tipo-. Mercenarios al servicio de las oligarquías de patio (una de sus palabras favoritas).
Bueno es entonces que haya salido al mercado la segunda parte del que, vuelvo y repito, es la más nítida y contrastada radiografía que, sin precisar de la luz de una lámpara, muestra el tejido, el entramado de seres como el que terminé por ignorarlo dada su obstinación, y sobre todo, su falta de razonamiento.
Confieso también que debo buscar en alguna librería El regreso… (si es que alguna vez se marcharon).