Leo en le blog de Martha Colmenares que SAMBIL Caracas ha sido definitivamente expropiado. La Gaceta Oficial ha hecho el anuncio y, el que fuera uno de los cuatro mayores shopping mall de Suramérica, pertenece ahora “al pueblo”, para -según palabras de Hugo Chávez cuando le puso sus ojos encima, hará aproximadamente dos años-, “ayudar a la distribución alimentaria, así como la presentación de actos culturales”.
Quien lleva a vías de hecho la confiscación del mall es una entidad de nuevo tipo, muy acorde con los tiempos que corren en la Arauca, de nombre COMERSSO (Corporación de Comercio y Suministro Socialista). El centro será transformado en “un espacio para el encuentro de los venezolanos, enmarcado dentro de una economía sustentable, permitiendo el desarrollo del intercambio de bienes y servicios, así como el desarrollo de expresiones culturales”, aseguran las autoridades venezolanas. Sin embargo, para aquellos que contamos con la desagradable experiencia de conocer estos peculiares núcleos de negocios colectivistas, sabemos que en un inicio florecerán ciertas mercancías, de dudosa calidad lógicamente; después se ira viendo un deterioro de las ventas y los locales, y con el tiempo -corto por cierto- sólo quedarán las “actividades culturales” -puro adoctrinamiento- y en las vidrieras únicamente se exhibirán retratos del presidente, de los lideres más cercanos, y por ende los más leales; mártires moldeables a la doctrina, de preferencia bustos tridimensionales descoloridos, y sobre todo mucha propaganda política.
Al menos eso fue lo que aconteció con las grandes tiendas de La Habana, y aún hoy no se han recuperado…
Quien lleva a vías de hecho la confiscación del mall es una entidad de nuevo tipo, muy acorde con los tiempos que corren en la Arauca, de nombre COMERSSO (Corporación de Comercio y Suministro Socialista). El centro será transformado en “un espacio para el encuentro de los venezolanos, enmarcado dentro de una economía sustentable, permitiendo el desarrollo del intercambio de bienes y servicios, así como el desarrollo de expresiones culturales”, aseguran las autoridades venezolanas. Sin embargo, para aquellos que contamos con la desagradable experiencia de conocer estos peculiares núcleos de negocios colectivistas, sabemos que en un inicio florecerán ciertas mercancías, de dudosa calidad lógicamente; después se ira viendo un deterioro de las ventas y los locales, y con el tiempo -corto por cierto- sólo quedarán las “actividades culturales” -puro adoctrinamiento- y en las vidrieras únicamente se exhibirán retratos del presidente, de los lideres más cercanos, y por ende los más leales; mártires moldeables a la doctrina, de preferencia bustos tridimensionales descoloridos, y sobre todo mucha propaganda política.
Al menos eso fue lo que aconteció con las grandes tiendas de La Habana, y aún hoy no se han recuperado…