jueves, 19 de agosto de 2010

De todo en la Viña del Señor.


En la revista National Geographic del mes de mayo de este año, descubro un interesantísimo articulo de Alma Guillermoprieto, donde comenta sobre las nuevas deidades o protectores a los que acuden los narcos mexicanos, y en general la población, conforme el país se ha visto envuelto en innumerables crisis, desde la influenza porcina hasta la cruenta guerra que libra el gobierno federal contra los carteles de la droga. La Santa Muerte, por ejemplo, es una de las tantas figuras espirituales y novedosas a las que recurren los “malos” -y los desesperados lo mismo-: un icono en crecimiento, con altares por casi todo México y la venta en estanquillos de como deben hacerse los rezos, que se representa por un esqueleto cubierto por una toga negra, a la usanza medieval, con una guadaña, y que nada tiene que ver con las celebraciones por “el día de los muertos”, festividad nacional que presupone, los que se fueron regresan para, una vez al año, compartir con los vivos que aún habitan en este complicado mundo.

Lo mismo conviven en este peculiar panteón figuras como el narcosanto fugitivo Jesús Malverde, reverenciado por los traficantes de drogas, que según cuenta la leyenda, se trata de un bandido del siglo XIX que como una suerte de Robin Hood azteca le robaba a los ricos para repartir a los pobres, por lo que fue colgado. Lo curioso es que, después de muerto, dan por cierto que el bandido realiza milagros desde su tumba. Su culto se inicio por los setenta del siglo XX luego de que un vendedor callejero le comenzara a rezar. La historia que nos cuenta Alma, dice que el sujeto, allá por el setenta y seis, lo asaltaron, fue acuchillado, y lo dejaron abandonado para que muriese solo, y que este pobre hombre en medio de la terrible desolación en que se hallaba, y muy próximo a la muerte, le rezó a Malverde pidiéndole que si lo salvaba le iba a construir un santuario en su honor, de lujo si se compara con el que hasta ese momento Jesús Malverde únicamente contaba como referencia a su imagen: un montón de piedras en el lugar que se supone fue ahorcado.

Por supuesto, junto a estas nuevas opciones divinas, se mantienen, por así decirlo, “las clásicas”, como San Judas Tadeo, patrón de lo imposible, quien continua siendo reverenciado con respeto y amor por la mayoría de los mexicanos. Ahora, lo curioso en el articulo de Alma Guillermoprieto es que, en toda esta novedosa cosmogonía que se le profesa culto igual en el submundo narco, dentro de las prisiones, que afuera, se encuentran también las deidades afrocubanas, las que han llegado para quedarse y enriquecer el sincretismo que van practicándose a medida que la desesperación aumenta.

Y este fenómeno, que bien ilustra a una "verdadera democracia religosa, tolerante e inclusiva" y que para algunos puede mostrarse como algo increíble, no lo es. A diario veo en el aeropuerto de Miami como prácticamente de todas las latitudes de las que viene vuelos de American, aparecen personas con collares de Yemallá, Oshún, Eleggua, Obbatalá, Orula y demás Orishas adorados por nosotros; no importa si es caucásico, de tez morena, amarillo. Incluso, recuerdo que cuando comenzó en Venezuela el proyecto de “ayuda cubana”, vi en Cienfuegos a un elevado número de venezolanos que venían a Cuba para “hacerse santo”. Luego entonces, como mismo se expande por Ecuador -por nada más citar un ejemplo- nuestra cocina y costumbres debido al número creciente de cubanos que se radican allí huyendo de una Isla cada vez más irrespirable, se incorporan asimismo nuestras creencia religiosas, las que además gozan de muy buena aceptación, por lo que no es de extrañar el fenómeno de expansión de nuestras deidades afro. Hay de todo en la Viña del Señor.