Por Michael Sixto
Sandra vende habitaciones pintadas de colores a hombrecillos tristes de mirada gris. A veces se compadece cuando descubre que el precio es muy alto y no pueden pagar, aun así fingen estar interesados. Entonces finge ella también no saber las verdaderas razones y como de casualidad les brinda su sexo. Todos ganan algo y Sandra sonríe por haber hecho del mundo un mejor lugar. Al final del día regresa a casa sin haber vendido y recuerda que su gato no comió la tarde anterior. Una mosca aturdida recobra conciencia y escapa afuera. La verdad deja de ser importante y los ojos se le humedecen. Sandra tiene hambre de juventud y pesadez acumulada en las pestañas. No logra recordar ni el rostro ni el nombre del desconocido que le hizo el amor cinco horas atrás pero le gustaría volver a verlo. Hacerle una mejor oferta o quizás un descuento en los gastos de cierre o el depósito inicial. Sandra ha dejado de sentir miedo y desde hace mucho lo sabe. Afuera la ciudad es un monstruo difícil de domesticar, adentro el monstruo devora sin piedad acortando sus días. Sandra lo sabe. El mercado no mejora. Hace meses que no vende una propiedad pero ha dejado de importarle. La vida le paga de otra manera y ella devuelve el favor. El capitalismo en su máxima expresión. Todos compramos y vendemos. Sandra no quiere recordar pero faltan seis horas para que salga el sol. En la mañana regresará a su rutina. La mujer de Starbucks le sonreirá como de costumbre: “Tall White mocha?” y comenzará la aventura
Sandra vende habitaciones pintadas de colores a hombrecillos tristes de mirada gris. A veces se compadece cuando descubre que el precio es muy alto y no pueden pagar, aun así fingen estar interesados. Entonces finge ella también no saber las verdaderas razones y como de casualidad les brinda su sexo. Todos ganan algo y Sandra sonríe por haber hecho del mundo un mejor lugar. Al final del día regresa a casa sin haber vendido y recuerda que su gato no comió la tarde anterior. Una mosca aturdida recobra conciencia y escapa afuera. La verdad deja de ser importante y los ojos se le humedecen. Sandra tiene hambre de juventud y pesadez acumulada en las pestañas. No logra recordar ni el rostro ni el nombre del desconocido que le hizo el amor cinco horas atrás pero le gustaría volver a verlo. Hacerle una mejor oferta o quizás un descuento en los gastos de cierre o el depósito inicial. Sandra ha dejado de sentir miedo y desde hace mucho lo sabe. Afuera la ciudad es un monstruo difícil de domesticar, adentro el monstruo devora sin piedad acortando sus días. Sandra lo sabe. El mercado no mejora. Hace meses que no vende una propiedad pero ha dejado de importarle. La vida le paga de otra manera y ella devuelve el favor. El capitalismo en su máxima expresión. Todos compramos y vendemos. Sandra no quiere recordar pero faltan seis horas para que salga el sol. En la mañana regresará a su rutina. La mujer de Starbucks le sonreirá como de costumbre: “Tall White mocha?” y comenzará la aventura