viernes, 17 de septiembre de 2010

Cubanidades...

El tráfico, como es habitual a esa hora en la calle Ocho, se comportaba como una verdadera baraúnda y yo en apenas cuarenta minutos debía comenzar a trabajar. Sin embargo, mis ganas de tomar café y fumarme un tabaco luego, fueron superiores a mi sentido común y aún a riesgo de llegar tarde finalmente paré en la cafetería de El Versailles. Para mayor contratiempo, como siempre a esa hora -y lo mismo a otras-, el portal estaba repleto; la fila a todo lo largo del mostrador era grande. Pero no me detuve y me puse detrás de dos señores que conversaban sobre la Cuba de ataño, sus bondades, su desarrollo, y de las prominentes figuras políticas y culturales que conforman el criollo panteón prerrevolucionario.

Sin que los dos hombres lo notasen me acerqué lo suficiente como para escucharlos bien. Disfruto de lo que dicen otros, más, cuando puede tratarse de historias atractivas. Ellos no se percataron de mi presencia. Bebían sus “cortaditos”, comiendo además pastel de guayaba. Se notaba desde lejos que disfrutaban del ocio que da la ventaja de una edad que rebasa la necesidad de trabajar, y que mejor sitio para dos cubanos que este lugar que viene a ser una suerte de catedral del exilio. Ya a punto de que una muchacha me despachara mi “colada”, oí que uno de los señores le preguntó al que parecía ser más docto en cuestiones de cubanidad, y con frescura le dijo.

- Chico, ¿y por fin, es cierto que Cabrera Infante trabajó también para “El Caimán Barbudo” ?

Su amigo lo miró serio, dibujándosele en el rostro la expresión de la duda, y posterior a una pequeña pausa le contestó.

- No sé. No estoy muy seguro de que no lo hiciera. Incluso, puede que si. El Chino escribió para muchas publicaciones en Cuba antes de darse cuenta de la estafa…