El primero, el más gordo, superó la vieja rutina de matar pulgas para no aburrirse, y cuando goza de buen humor, se yergue jactansioso, muy recto, pidiendo clemencia por los caídos, mostrándose solidario, dispuesto a la lucha; pero no siempre, a veces -depende de su estado de ánimo- en su delirio se pone de cabeza y sin titubeo pide la muerte de sus semejantes. El segundo, continúa practicando el terrible hábito de probar lo que sea, no sólo miel, y además, en más de una oportunidad se ha metido en problemas por la fea costumbre de apuntar al prójimo. El tercero, en medio de tanta diversidad, asume la defensa de los otros y de él mismo y cuando el insulto lo precisa, se muestra obsceno, vertical, y en franca oposición, invita a sus oponentes de turno a que se lo introduzcan por el orificio más pudoroso y pestilente que tengan. El cuarto, repleto de arrogancia, únicamente ruega por anillos hermosos, brillantes, pero ninguno que vaya a representar un compromiso. Por último, el quinto, es la desgracia de sus hermanos y cuando ellos pretenden conseguir una creíble virilidad, gallardía y fuerza, y lo obligan a que forme parte de un apretado puño, para nada lo consiguen, pues obstinado como es, siempre se queda paradito, lo que pone al descubierto la verdadera naturaleza del resto…
martes, 14 de septiembre de 2010
La frustración de un puño
El primero, el más gordo, superó la vieja rutina de matar pulgas para no aburrirse, y cuando goza de buen humor, se yergue jactansioso, muy recto, pidiendo clemencia por los caídos, mostrándose solidario, dispuesto a la lucha; pero no siempre, a veces -depende de su estado de ánimo- en su delirio se pone de cabeza y sin titubeo pide la muerte de sus semejantes. El segundo, continúa practicando el terrible hábito de probar lo que sea, no sólo miel, y además, en más de una oportunidad se ha metido en problemas por la fea costumbre de apuntar al prójimo. El tercero, en medio de tanta diversidad, asume la defensa de los otros y de él mismo y cuando el insulto lo precisa, se muestra obsceno, vertical, y en franca oposición, invita a sus oponentes de turno a que se lo introduzcan por el orificio más pudoroso y pestilente que tengan. El cuarto, repleto de arrogancia, únicamente ruega por anillos hermosos, brillantes, pero ninguno que vaya a representar un compromiso. Por último, el quinto, es la desgracia de sus hermanos y cuando ellos pretenden conseguir una creíble virilidad, gallardía y fuerza, y lo obligan a que forme parte de un apretado puño, para nada lo consiguen, pues obstinado como es, siempre se queda paradito, lo que pone al descubierto la verdadera naturaleza del resto…