martes, 14 de septiembre de 2010

La frustración de un puño

El primero, el más gordo, superó la vieja rutina de matar pulgas para no aburrirse, y cuando goza de buen humor, se yergue jactansioso, muy recto, pidiendo clemencia por los caídos, mostrándose solidario, dispuesto a la lucha; pero no siempre, a veces -depende de su estado de ánimo- en su delirio se pone de cabeza y sin titubeo pide la muerte de sus semejantes. El segundo, continúa practicando el terrible hábito de probar lo que sea, no sólo miel, y además, en más de una oportunidad se ha metido en problemas por la fea costumbre de apuntar al prójimo. El tercero, en medio de tanta diversidad, asume la defensa de los otros y de él mismo y cuando el insulto lo precisa, se muestra obsceno, vertical, y en franca oposición, invita a sus oponentes de turno a que se lo introduzcan por el orificio más pudoroso y pestilente que tengan. El cuarto, repleto de arrogancia, únicamente ruega por anillos hermosos, brillantes, pero ninguno que vaya a representar un compromiso. Por último, el quinto, es la desgracia de sus hermanos y cuando ellos pretenden conseguir una creíble virilidad, gallardía y fuerza, y lo obligan a que forme parte de un apretado puño, para nada lo consiguen, pues obstinado como es, siempre se queda paradito, lo que pone al descubierto la verdadera naturaleza del resto…