Leyendo en Tu Miami Blog un post sobre Locomotiv GT, recuerdo un suceso, por llamarlo de algún modo, que le escuche contar en repetidas ocasiones a varios amigos y amigas que tuvieron el privilegio de gozarlo y que a punto estuvo de estremecer desde su cimientos a mi querida villa Fernandina de Jagua por lo escandaloso, dejando en claro asimismo lo poco que se había conseguido hasta ese momento en la materialización del tan cacareado “hombre nuevo”. Y si mal no recuerdo, aconteció en el primer tercio de la década de los ochenta.
El caso es que, la agrupación húngara, en una gira corta gira que hiciese por Cuba, también se presentó en el Teatro Tomás Terry. Por supuesto, el vetusto coliseo a punto estuvo de derrumbarse por la numerosa asistencia de un público joven, ávido entre otras cosas, por deleitarse en “vivo” de una música que hasta ese momento era considerada diabólica, extranjerizante, del enemigo, pero disfrutable y seguida por una inmensa mayoría. Un público que además se comportó muy lejos de la conducta que presupone debía adoptar el joven revolucionario, y pasó de todo…
Desde luego, el hecho de que los que iban a interpretar un heavy rock, lo cantasen en un idioma que es considerado uno de los mas difíciles en el mundo, muy ajeno al castizo además, y que viniesen del “campo socialista”, al parecer les daba cierta tranquilidad a las autoridades locales. Sin embargo, no contaron con el pequeño detalle de que la música, como bien asegura el post que rubrica JR, “puede llegar a ser hacha que debilite el asta”; que la impronta del rock en la Isla, con grupos como Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath, y otros más, definitivamente era en ese entonces una huella de naturaleza profunda en la estética musical de los que hoy pasan los cuarenta. Que la juventud estaba hastiada de lírica política y las melodías con sabor a himnos. Que precisaba a toda costa de una canción diferente, o al menos la libertad de elegir ritmos y géneros. Y se olvidaron por sobre todas las cosas que eran los ochenta, y aquel día, quedó probada entonces la fragilidad de una bandera que a larga, a penas si un puñado de obstinados la abrazan.
Nada, que como bien propone el post en Tu Miami…, la música de grupos como Locomotiv GT, o sus “colegas” alemanes, tal vez fueron los primeros síntomas de la fragilidad de un muro que finalmente -¡gracias a Dios!-, al menos en Europa se vino abajo.