Recibo un correo de Manuel Sosa con sus deseos de que yo, y sus amigos, tengamos un buen fin de año y del que el próximo sea mejor; lo que retribuyo al guajiro de Meneses. También trae un regalo peculiar, que lo mismo, tratándose de Manuel, no podía esperarse otro. Un extenso mamotreto que se agradece. Un poemario de Jorge Luis Borges, con unos versos en particular que me cuadran enormemente y, que para un día como hoy, vienen como anillo a un dedo que guste de joyas como estas….
FINAL DE AÑO
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros;
inmóvil.