
La señora iba para Cuba a visitar a sus familiares. Por supuesto, repleta de paquetes. Al momento de llegar al aeropuerto, por error la dejan en el primer piso, lo que la obliga a tomar una escalera eléctrica para ir al segundo, el de salidas. Lamentablemente, ya fuese por nerviosismo o por temor a la escalera -lo que le ocurre a muchas personas mayores-, la señora se cae y se lastima un tanto. Las autoridades del aeropuerto llaman enseguida al “rescue” y este, en menos de dos minutos, se presenta en la escena. Los pasos de rigor se comienzan y uno de los rescatistas le toma la presión arterial a la señora y luego le coloca un estetoscopio en el pecho para sentir las palpitaciones del viejo y asustado corazón criollo, que por sobre todas la cosas, teme que no pueda realizar su viaje en diciembre para pasar el fin de año con su familia, y de paso pagar el puerco que han de comerse.
El rescatistas muestra una cara que asusta a la otra señora, más joven, que acompaña a la accidentada. La amiga pregunta que sucede y el hombre responde que no siente sonido alguno que pueda atestiguar que la señora tenga corazón. Contrario a lo que se espera en momentos como este, los rescatistas ven con incredulidad como la acompañante comienza a reírse en medio de una situación que para nada da margen a la broma.

Horas después la señora y su acompañante llegaron a La Habana, la primera sólo con algunos rasguños en los codos, y con mucha vergüenza...