viernes, 15 de abril de 2011

Sao Paulo, esa "mulher" que atrapa...


Sao Paulo Capital, con mayúsculas. Un emporio en el que vas a integrarte, a tratar al menos de correr a ritmo de su pulso, y que finalmente te agota. Sao Paulo, nombre de macho para una ciudad que se me antoja hembra en medio de cerros, sólo hecha para paulistas, y que no porque seas de otra parte, por eso vas ser discriminado. Urbe con todas las del primer mundo, con lo bueno y lo malo; lo hermoso y lo feo; lo alegre y lo triste -este último, por suerte, un sentimiento escaso en la ciudad-; y donde habita también lo terrible, pero que para nada hará flaquear sus ganas de que la prosperidad y el bienestar se hagan fuertes.

Sao Paulo es igual al tráfico que te aturde, que incluso llega a convertirse en una pesada neuralgia y que únicamente fuera del asfalto logras recuperarte. Un sitio, que si vas a Guarulhos, al aeropuerto, y estás cerca de Murumbí, lo mínimo tres horas y medias es el tiempo que te tomas si sales a eso de las cuatro de la tarde. Les decía a mis cuñados, quien sea capaz de manejar en Sao Paulo, está listo para hacerlo en cualquier parte del mundo.

Sao Paulo, es igual a la desvergüenza de la luz y el color. Lo oscuro allí es una metáfora. Neon y sol la alumbran sin pudor a los innumerables dibujos que se muestran en sus muros, a sus gentes, sobre todo en Carnaval; las paredes de sus edificios hablan. Y los hay con graffitis enormes que la adornan, la distinguen del resto de otras capitales. Y llena de sabores además, que se amparan bajo el manto de una diversidad ancestral que hace de su cocina un tesoro por el que vale la pena volver una y otra vez a pisarla.

Sao Paulo toda es esa mujer hermosa, repleta de sorpresas y de gentes que igual no escatiman en regalarte una sonrisa, aunque las haya quienes primero te muestren una pistola y luego los dientes. Sin embargo, aunque Sao Paulo sea una dama que a lo mejor un día cualquiera consiga molestarte, por lo que una vez, con la sangre hirviéndote, te atreves a dejarla, ten por seguro que regresaras siempre. Su embrujo, su sensualidad, te han atrapado. En fin, que no quieres otra…

Rio do Janeiro es una chica linda, diferente. Pero eso es historia para otra crónica...
















fotos: Fernandina de Jagua/Denis Fortun