Sin embargo, es innegable que Starbucks viene a resultar una suerte de crossover. El hecho de sentarte en uno de los no muy abundantes establecimientos que existen en Miami, y tomarse un Caffé Mocha, un Capuccino, o cualquier otra oferta en la larga lista de Espresos Beverages hechos a partir del grano mágico, y que los que estamos acostumbrados al café fuerte, en tasa pequeña, con espumita, lo llamamos de una manera que no me atrevo a repetir por lo escatológico de la expresión, te desmarca un tanto de esa “singularidad” de sándwich cubano, bandeja paisa o arepas (esta última reproduciéndose a una velocidad vertiginosa en la ciudad del Doral) que se respira en Miami y que finalmente representa una generalidad donde lo peculiar es un Starbucks.
Tal vez los haya quienes no estén de acuerdo conmigo; ahora, creo no mentir al asegurar que hay un dato curioso. Los clientes de Starbucks, aquí en Miami al menos -como la mayoría de la población-, sino son de origen cubano, lo son del resto de la América hispana; o sus desendientes, bien apegados a sus órigenes en buena medida. Pero la vibra latina cobra aquí una dimensión muy distante de su naturaleza y la impronta del norte, un tanto a la "onda de South Park", se respira. Vienen los Starbucks a convertirse, en esta zona, en un un oasis en medio de ese desierto repleto de sonoridades estridentes, cafeterías o pastelerías de naturaleza bullangueras, subidtas de colesterol, donde la tranquilidad y el espacio propio apenas si respeta.
En un Starbucks puedes sentarte con un café de “cualquier modalidad”, una botella de agua, una laptop, y si deseas permanecer por una o dos horas, no verás a nadie molestándote, conversando en voz alta, o tratando de entablar una plática aburrida sobre lo terrible del tiempo y, lo terrible de Cuba o de Miami.
Una mesa con una silla basta para crear un territorio, como el que ahora yo disfruto y por el que escribo esta crónica en lo que me bebo mi Caffé Latte, me como un biscochito de no sé que cosa (pero que está gustoso), y miro a mi alrededor en lo que escucho una canción de Bob Marley, comprobando que todo el mundo está inmerso “en lo suyo…”
Crónica escrita y posteada en un Starbucks de Miami