Recuerdo una entrevista que me concedió Ernesto G. para Fernandina de Jagua. Le hice varias preguntas, que me contestó de manera amable, con una buena dosis de franqueza, gesto que se agradece. Pero una en especial fue esquiva, supuestamente él no tenía la menor idea. ¿Quién es Maurice Sparks? -lo interrogué con sobrada ironía, intentando me regalara una primicia que decidió guardarse para más adelante; fue en un cuestionario que le hiciera Armando de Armas, para Martí Noticias, donde Ernesto finalmente “confesó su mea culpa”. Y lo simpático, Ernesto estaba al tanto que yo conocía su “nueva identidad de cuentero”, y aun así se atrevió a evadir la respuesta. En fin, tal vez por pudor, o por no denunciar a una parte (enorme) de su “yo”, y que aún él consideraba debía mantenerse al amparo de una frágil clandestinidad virtual (porque ya era un secreto a voces para aquel entonces), descaradamente me dijo: No sé. Eso lo queremos saber todos, ¿No?
Desde luego, un grupo de amigos contábamos con la
certeza que “El Chispas” (como lo mismo se conoce a Maurice Sparks,) era
Ernesto G, y el día que lo confirmé me sentí entusiasmado fuese Ernesto la
persona con quien compartía algunas complicidades con relación a sus historias.
Y es que, existe un hecho curioso que me llevó a seguir de cerca al nuevo
inquilino de la blogosfera criolla y el misterio de su identidad, y confieso fue
una suerte de narcisismo literario. En la época en que aparece Maurice, hubo
comentaristas de varios blogs, quienes en sus obsesionadas fantasías por
averiguar la identidad del autor, me adjudicaron a mí la responsabilidad de los
primeros relatos estrenados, responsabilidad que para nada me molestó, muy por
lo contrario. Y recuerdo, hasta le hice un post de bienvenida en Fernandina al
desconocido narrador el día en que de una vez se entusiasmó a aglutinar sus
relatos bajo la égida de un tal Mauricio Sparks en un blog. Sin embargo, ego a un lado
(difícil acto) algo me cautivaba en especial, reconocía en la prosa del
misterioso hacedor de relatos un detalle muy poco común entre nosotros, sin
importar “de qué lado estemos en las orillas que nos tocan” (publicando sus
primeras viñetas en la franja virtual donde lo hizo, no me cabía dudas de su
nacionalidad), y es que Maurice evitaba el vicioso círculo de lo local, yéndose
por derroteros donde prima el sujeto, lo que somos a ojos vistas para el
narrador que es. Practicando una mirada incisiva al individuo y después, si
corresponde, a al entorno; ubicando al personaje en medio de un contexto
abierto, diluido para mejor.
Maurice quiebra, no sé si con absoluta convicción,
esos colimadores que lastramos aquellos que escribimos sin dejar de pensar, de
sufrir, el suelo que pisamos por primera vez, y lo hace sin renunciar a los
temas que más nos golpean como comunidad. Pero los maneja universalizándolos,
en medio de retozos con la narración, retozos de los que gusto: brevedad, golpe
certero que, al decir de Cortázar, historias que ganan su pelea por knock-out,
con ironía, y sobre todo los finales con que cierra (como me gustaría concluir
mis cuentos): pura garra que engancha para el próximo.
¿Y Ernesto, mientras tanto…? Esos “pequeños
detalles”, contrariamente no me los tropezaba en el espacio que se presenta
como su blog oficial. Y digo esto sin menoscabo a su página "oficial", y es que sus post,
aquí se me antojan con una intención más poética, intimista, como un espacio de
gremio y con una referencia más explícita, por así decirlo. La imagen, incluso
la palabra, cobran una fuerza diferente en Ernesto‘s Page. Maurice era otra cosa…
Nada, que no hallaba semejanzas, si me refiero a
los andares de su alter ego: un fulano dispuesto a atacar, a burlarse,
reflexionando y hasta compartiendo sus dolores. Un tipo simple, extrovertido a
lo sumo, quizás por esa libertad que bordea la desvergüenza que nos brinda el
acto de prescindir de nuestro nombre y que, en el caso de Ernesto, Maurice mientras
seduce termina venciéndolo y por extensión nos regala esa autenticidad que se
disfruta en sus viñetas. Textos desiguales en cuanto a tesitura (si es que me permiten
apropiarme del término para ilustrar la intensidad, el estado de ánimo, la
coyuntura en que se desenvuelven sus relatos), que fueron creciendo,
organizándose luego en diversidad y estética, de considerable valía, que hoy se
resumen en un volumen que marca de alguna manera al género de cuentos cortos en
la narrativa criolla actual, y no sólo la del exilio.
Su ficción crecía saludable, con la simpleza como
oficio, para liberar su aparente necesidad de contar historias que comenzaron
siendo un divertimento. Regalando esa refinada sorna que ya mencioné antes, y
que por otra parte no llega a seducirlo al punto que pueda negar su franqueza
cuando toca temas peliagudos, dolorosos. Y en reiterados casos, con una fuerte
carga erótica; una joda de letras que atrapó a más de un subconsciente
calenturiento cuando de mujeres y sexo se trataban sus cuentos. Igual, si se
enfrenta a los cuestionamientos que arrastramos en nuestras existencias, muchos
de ellos sin solución inmediata, otros ni siquiera a largo plazo, o en la
catarsis misma. De ahí, por esta última herramienta, a lo mejor se debe el
empeño de Ernesto porque no se conociese que Maurice comparte su piel; una
parte poderosa dentro de su naturaleza, que lo invita a la expansión de sus
recelos y dudas, en lo que aparenta esconderse.
En fin, reconozco que me honraba el hecho que
algunos despistados me asociaran con “el tipo” (que en sus inicios, también
llegué a imaginar se trataba de una mujer por una sensibilidad poco usual), y
me fascinaba la idea de descubrir quién era aquél “ente” que bajo un heterónimo
un tanto afrancesado creaba estos relatos breves que siempre me parecieron
interesantes. Y más tarde, a medida que Maurice iba encontrando su
derrotero, sus formas (más de una sin dudas), para darle un estilo bien
peculiar a sus trabajos, terminé considerando el blog de “Los relatos de
Maurice Sparks” como un espacio de visita obligada mucho antes de finalmente descubrir la
identidad del misterioso escritor.
La mutación de la broma se entronizaba poco a poco
con un quehacer literario de envergadura, sintiendo que a veces lo hacía de
manera intuitiva, y por fin, en un espacio similar (entiéndase el blog de
Maurice), en muy corto tiempo éste se deshizo de una buena vez de Ernesto y
lanzó sus textos más enjundiosos a la Red. Un esfuerzo que se resumen hoy en el
impulso que le da el papel y la tinta impresa. Un cuaderno que, desde luego,
hay que leérselo si gustan de disfrutar el acto inigualable de la lectura. Y este
empeño que pongo a consideración de ustedes, seguro estoy me lo van a agradecer
porque, al decir de José Abreu en la reseña que publicara Joaquín Gálvez en su
blog, “todo el libro es un cuerpo que invita a que lo gocen…”
la noche del 28 de octubre en Delio Prhoto Studio
Fotos que tomo del site de Ernesto G. en Facebook
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