Ahora bien, no voy a referirme al libro de Rolando. Resumir lo escrito en este diario poético que se titula Ido a hurgar, será para cuando lo termine; claro, por lo que he visto, desde ya apuesto por sus versos, que bien valen más de una lectura. Dicho esto, entonces me voy a centrar únicamente en la manera tan distintiva en que se hizo el “develamiento”.
Confieso que nunca antes asistí a este tipo de avance, en el que se dicen cosas buenas de libro, de su autor, y con la esperanza de que sean muchos los que finalmente compren. Y que además quien lo firma, lo ha sufrido, no apareciese por ninguna parte a no ser que –y en este punto seré un tanto tétrico, por lo que pido disculpas- ya no esté entre nosotros, que por suerte no es el caso.
Y reconozco que la sorpresa fue agradable, asumiendo al final de cuentas que ya cargaba con una cantidad de dudas en cuanto a lo que se encarna como la presentación de un libro que se acompaña de otros autores que nada tienen que ver con el proyecto. Y es que soy de los que consideran que, un evento así, se reduce a la complicidad que se establece nada más entre el autor, quién o quiénes lo presenten, y el público que asiste. El acto de que asomen otros escritores en el escenario lo hallo como una asombrosa distracción que en nada se justifica, empero que nos encontremos ante el ejercicio de una presentación múltiple.
Sin embargo, aquí corroboro que toda regla lleva consigo la satisfacción que nos brindan las excepciones, y el placer de “violarlas” también vale la pena.
Quizás unos cuantos –descartando lógicamente a los organizadores de la tertulia- ya se imaginaban algo. En cambio, la gran mayoría de los que allí se dieron cita el viernes estaban como yo, “al dorso del madero”. Por lo que, escuchar una nota que justificaba la ausencia de Rolando, según él porque no consiguió resistirse a ir de juerga con Kafka a Miami Beach, y luego se rodara el vídeo en su huida, creó una expectativa –donde los hubo quienes, en un gesto de sana jarana, aseguraron que Rolando está loco— que después se llevó los aplausos, auténticos vale igual subrayar.
Pero bien --que hay más “peros favorables” en esta historia-, lo especial de esta noche a mi modo de ver fue la realización del corto de unos cuatro minutos y segundos. Ernesto G., bebiendo de las referencias del cine silente; o como aseveraron algunos, al amparo de la impronta del cine documental cubano --cuidándose de no establecer un paralelo con el “Noticiero ICAI Latinoamericano”--, supo contar en imágenes lo que presumíamos nos iban a ofrecer en físico, y final todos coincidieron que el producto es de la mejor factura y perdonaron la broma devenida en performance. Y de idéntico modo puedo confirmar, si bien Ernesto con su “Mauiricio Spark" nos mostró una estatura literaria de envergadura, con este vídeo el realizador nos anuncia su mayoría de edad.
Por cierto, ha de inscribirse el histrionismo de Rolando en su currículo artístico. No cabe dudas que “se metió en el personaje” a la manera que exigía Stanislavski…, lo que gozamos de buena gana los que fuimos a Delio’s.