Midiala Rosales “es una cantautora cubana graduada de Guitarra y Canto en el Conservatorio Alejandro García Caturla”; en pleno Vedado, para más señas. Barriada ilustre de La Habana.
Su carrera comienza con clases de piano en su infancia, las que desanudan su entusiasmo por la música. Clases que lamentablemente ha de interrumpir, “porque su maestra le advierte que no puede continuar avanzando en las lecciones si sus padres no le compran el instrumento adecuado para ensayar en casa”.
Son los años setenta. Una "herramienta" como la que exige su instructora, además del espacio que ocupa -aunque relegue de su emblemática cola negra y sea de aquellos pianitos viejos, verticales-, como bien aclara la apretada semblanza de Midiala en su página web, representa el ensueño que la realidad criolla de entonces (y de ahora) termina aplastando.
Se trata del desafío que brega al amparo de un contexto que le permite a muy pocos la materialización de lo que aspiran con toda justicia. La utopía, que finalmente se reduce a la amortización, pero a la que no se renuncia porque la propensión manda. Reto al que se enfrentan unos padres que la apuntalan en su proyecto, y que al no conseguir satisfacer las demandas de la maestra, buscan una alternativa.
Es entonces que aparece “una guitarra rusa”. Cuerdas de acero por añadidura, con la que la Midiala se atreve a concertar su primera balada. “La historia que cuenta la canción es triste -dice su madre-, pero ella ha descubierto otra pasión”. Un instrumento específico poco importa. La obra está comprometida con su derrotero y finalmente sale.
“Periodista, poeta y escritora, Midiala carga con un repertorio ecléctico, compuesto por temas propios y del cancionero internacional que ella escoge con esmero por la calidad de la música y la lírica de las canciones. Algunas de sus composiciones dan fe de ello: Tiempo de Infancia, Perdóname el Olvido, y Tengo una pena”.
Midiala graba ahora su segundo álbum, el cual estará disponible próximamente. Y según sus palabras, que tomo de su muro en FB, “cantaría por siempre aunque toda la humanidad estuviera sorda. Porque les voy a decir un secreto –agrega reafirmando su vocación-, canto para mí.
Vale la pena el empeño para los que disfrutamos de su voz.
