Denis Fortun
Confieso que cuando Armando Añel me propuso ser jurado del Primer Concurso de Narrativa Erótica “Los cuerpos del deseo”, me sentí honrado por la confianza. Pero lo que no sabe hasta hoy es que lo mismo tuve algunas reservas: el hecho de que se tratara precisamente de historias donde la falta de oficio puede transgredir una franja casi imperceptible, que te empuja a lo grotesco, me preocupaba sobremanera.
Y es que la prosa –no tanto el verso-- al amparo de esta forma tan antigua y estigmatizada, aun cuando no está hecha para lectores mojigatos se agita en medio de una zona movediza. En centésimas de segundos por palabras te expones al ridículo, y terminamos tropezándonos con un panfleto escatológico alejado de todo valor convincente.
Sin embargo, corriendo el riesgo de parecer contradictorio, quiero aclarar que no niego el uso de una palabra fuerte en literatura. No soy un melindroso al que le asuste la obscenidad si ella está justificada, más cuando el sexo simboliza el empeño.
Es risible leer en un cuento erótico que una hermosa mujer le practica a otra “el acto del cunnilingus”. Existen indicaciones más creíbles --a pesar de incorporar señas “pornográficas”-- para ilustrar la imagen del llamado “sexo oral” entre dos amigas. O leer que una desinhibida esposa penetrada, por antojo, le solicita a su marido, en medio de jadeos espasmódicos, practicarle una felación, detalle que podría provocar el fin de la erección del sujeto de no ser lo suficientemente culto. Es decir, el vocabulario que truena también amerita el uso auténtico que precisan los personajes.
Por supuesto, quiero reconocer que tuve la suerte de equivocarme tras leer los textos que pasaron por mis manos. Aquellos demonios que me molestaban resultaron infundados. Si bien en el libro Los cuerpos del deseo (Neo Club Ediciones, Alexandria Library, 2012) el lenguaje en ocasiones es enérgico, no incomoda.
Esa suerte de campo minado que figura la narrativa erótica, en las páginas de esta antología se solventa con sobrado quehacer. Y ese es precisamente el mérito de los treinta autores reunidos. Ellos prueban que la ficción erótica llega a ser buena literatura si se sabe maniobrar en zonas difíciles.
En Los cuerpos del deseo prima la intensidad con que se cuenta y el disfrute que como lectores recibimos. Y digo más --aludiendo a lo reseñado por Ángel Velázquez Callejas--, el libro transcribe vivencias. Da por cierto que la sensualidad, la fantasía, el amor, el sexo, son taxativos y de todos. Y por qué no, nos asegura que la poética de su ejercicio es constante.
Texto publicado originalmente en Neo Club Press
foto de Neo Club Pres
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Palabras de presentación del libro en ArtSpoken, Miami.
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Gracias a
Yoshvani Medina y Yenilen Mola, excelentes anfitriones.