Hay poetas que viven anquilosados en su torre de marfil, y son capaces de
crear un universo poético desde su inmovilidad o aventura libresca; también
están los poetas que encuentran en la vivencia un imprescindible material
creativo, que sirve para revelarles a los lectores lo que los poetas de torre
de marfil, -acaso por naturaleza- no pueden hacer. La poesía necesita de un
Rimbaud que rescate ese tesoro oculto del antro, o de un Miguel Hernández que
nos conmueva con la experiencia de la guerra y la cárcel, testamentos poéticos
que no pudieron legarnos un Borges o un Lezama Lima. La calidad de la poesía no
se mide por el exceso de referencia culterana, o por el derroche
demostrativo de conocimiento (vicios muy postmodernos), sino por el culto que
emerge de un verso o una estrofa bien construidas como estatuas que se erigen
en la memoria del lector; es decir, con sus propias palabras, el poeta funda otro
conocimiento, una referencia.
El poemario Noticia en desarrollo (Exodus Ediciones, Miami, 2019),
de Denis Fortún, se circunscribe a esa poética que se forja de la travesía de
su hacedor por la vida; sin embargo, el poeta en este libro tiene la capacidad
de fusionar su bitácora con el aprendizaje e información de sus lecturas.
Fortún no oculta su ser, un ser que puede oscilar entre la frase culta y
la coloquialmente escatológica; entre el humor de fina ironía y la burla mordaz
del choteador cubano, razón por la que deja fluir su instrumental
expresivo sin escatimar palabras: como
será te prohíban dar oídos a tu sonata favorita y toque a tu puerta un hijo de
puta…
Su vocación de cronista, puesta de relieve como narrador, se plasma de
nuevo en este poemario a través de esa agudeza ocular que no permite que se
pierda la relevancia del detalle. Es así que, a partir de un verso de ese gran
observador que fue Antonio Machado, Fortún nos recrea con Escritura mecánica la odisea de una mosca en la cima de una loma.
Aunque este libro desde su título nos anuncia la intención del poeta de
reportar su realidad, o hacernos partícipe de su noticiero existencial ,
este logra trascender el mero retrato testimonial con un lenguaje en el
que la descripción de un hecho se entrecruza con el tropo poético hasta quedar
velado, tal como se puede leer en un poema como Night Club 59: En El Gato Tuerto a una puta le
embeben su mirada con desdichas y entre alcohol besos y boleros descubre
en medio de sus muslos el inminente destierro que alguna vez será de antaño.
Pero también, en ese mismo entorno en el que pernocta, puede alcanzar el tono
descarnado de un Bukowski, tal como nos confiesa en su poema Los dientes de Keira Knightley: imagino casi a diario su lengua y su
mordida/ puede que juzgues/ soy un tipo ilícito indecente y además
imbécil.
En uno de los poemas más logrado de este libro, Viejo lobo,
Fortún, a la manera introspectiva del Darío de Cantos de vida y
esperanza, hace una parada en su camino y, poseído por esa sabiduría que
otorga el tiempo, nos dice con lúcido pesimismo: se pierde tu nimbo viejo lobo/agoniza
el privilegio de lo eterno/quedan
atrás los días de deslumbre /cuando
tu hocico lucía un perfil vigoroso. Para luego cerrar con la contundencia
de esta sentencia: “hoy la oscuridad será
tu rutilante hueco/ hueco que engulle al animal que fuiste a esta hora de y
última vez y nunca más y olvido.
Otros poemas de este libro registran su itinerario cubano, siempre con ese
talante de cronista con el que disecciona un hecho. Y nos evoca el avatar
familiar que fue la reforma urbana, en la que una madre ve pasar sus
años mozos padeciendo de dudas y desasosiegos en medio de esa hecatombe
histórica que erosionó los cimientos de la sociedad cubana. Y dentro de este
contexto, en su poema Insomne, nos describe como el nuevo sistema
de masas se convierte en una invasión a la privacidad del individuo: una multitud con caretas y viseras de
marismas se propone estafar la calma de tu inmediata mañana vociferando consignas.
En estas páginas somos testigos de los parajes del poeta, desde su natal
Habana a su adoptiva Cienfuegos, a la que le debe su iniciación literaria, para
luego emprender su viaje al exilio radicándose en Miami, ciudad donde ha
publicado la mayoría de su obra. Y desde la capital del exilio, epicentro
vivencial de este poemario, viaja a Buenos Aires a reunirse con Virgilio, con
aquel Virgilio sin miedo que desafiaba a Kafka y a Ionesco con su insecto
caribeño del absurdo. Y también se va a New Orleans, donde descubre un mundo
maravilloso junto a Louis Armstrong, mientras trasnocha entre putas y
fornicadores por sus calles y bares.
Denis Fortún, más que con la noticia, ha dado con una poética
que, al igual que la vida, no detendrá su desarrollo. Y ha reportado
no solo la realidad que lo circunda, sino que, además, ha dejado una cámara
enfocando al escenario de su mundo interior. De ahí el valor de este
libro, pues echa por tierra toda apariencia y engañifa pretenciosa, superando
incluso al pertinaz comediante y fabulador de sus narraciones, para recrearnos
sin cortapisas al hombre y su medio tal como lo capta su mirada.
Joaquín Gálvez
Miami, 27 de septiembre de 2019
Texto de presentación para el cuaderno en el
Kendall Art Center