jueves, 1 de abril de 2010

Fondevila, un habanero en Madrid

La primera vez que compartí con Fondevila, aconteció en un restaurante de la calle 8 y la 57 del SW, junto a un grupo de amigos con ideas diversas sobre el "problema cubano". Llegamos allí luego de estar en la presentación de un libro, en la sala Bacardí de la Universidad de Miami, con ganas de tomarnos unas copas, comer algo, y conversar más. Como es lógico entre criollos, el susodicho “Tema Cuba” se presentó y para nada las opiniones resultaron monolíticas, al menos conciliadoras y, cada quien expuso su visión de los hechos y los métodos de como resolverse el “problema“; lo que es sano sin dudas, ya fue tiempo suficiente el que vivimos bajo la uniformidad de criterios, y es bueno acostumbrarnos a que cada cual tenga el derecho de expresar lo que quiera, aún cuando algunos aseguran que se corre el riesgo de escuchar sandeces.

Sin embargo, lo que me llamó la atención de Orlando, fueron sus maneras. Este hombre enjuto y pequeño, de expresión calmada y modales a veces refinados, de abuelito sabio se convirtió en un apasionado contrincante que, aún bajo los parámetros de la buena educación, y sin alzar la voz a tal punto como para asegurar que gritaba -recurso al que estamos muy acostumbrados los isleños cuando se trata de imponer como validos nuestros criterios-, dejó sin habla al resto de la trasnochadora audiencia por los razonamientos que utilizó. Hoy subo una entrevista que le hiciese Armando de Armas a Fondevila y que publicase la página Martí Noticias hace algún tiempo. Es mi manera de decirle a este buen amigo, que se le aprecia


Orlando Fondevila: de una esquina en el Cerro a la Castellana en Madrid
una entrevista de Armando de Armas

Orlando Fondevila, La Habana, Cuba. Licenciado en Psicología y Profesor de Literatura Española y Latinoamericana. En 1990 se incorpora al periodismo independiente y al movimiento Pro Derechos Humanos, por lo que es expulsado del trabajo, hostigado y detenido en innumerables ocasiones. En 1997 se ve obligado al exilio en España y desde el primer día trabajó en la Fundación Hispano Cubana, en Madrid. Ha publicado tres poemarios: Poesía desde el Paraíso, De Cosas Sagradas y Resaca de Nadas y Silencios. Además, decenas de ensayos y artículos suyos han aparecido en revistas y periódicos de Europa y Estados Unidos.

MN. ¿Cuáles son sus orígenes sociales? ¿Por qué decide correr el riesgo de actuar como disidente dentro de Cuba?

OF. Se dice medio en broma, medio en serio, que los cubanos exiliados siempre cuentan una historia de antepasados ilustres. Es decir, abolengos, deslumbrantes genealogías, por apellido o por condición pecuniaria. Un viejo chiste cuenta que se encuentran en New York un perro callejero cubano y un colega de otro país Sudamericano. El "saterry" cubano le dice al otro: "Aquí donde tú me vez, yo en Cuba era un pastor alemán".


Pues yo no. No tengo antepasados ilustres. Mi padre y mis abuelos maternos eran humildes campesinos gallegos semianalfabetos, que fueron a Cuba huyendo de la miseria. En Cuba vivieron mejor que lo que hubieran podido soñar en su terruño natal, aunque sin llegar a hacer fortuna. Así que viví mi niñez y adolescencia de acuerdo con esa condición. Además, mi padre murió cuando yo sólo contaba con apenas dos años. Así que viví en un hogar humilde. No obstante pude cursar estudios hasta el bachillerato, en magníficas instituciones públicas. Nada esencial me faltó. Guardo buenos recuerdos de aquellos años.

Muchos años después, un oficial de la Seguridad del Estado que me "atendía", fingiendo enfado e incomprensión, me espetó: ¿Pero qué le hemos hecho nosotros a usted., qué le hemos quitado? Mi respuesta, obvia: nada material me han quitado porque nada tenía. Me han quitado, al igual que a todos los cubanos, la libertad y la esperanza.

Como tantos otros compatriotas estuve años rumiando mi oposición al régimen. Incluso alimentándola intelectualmente como podía. También como tantos otros vi la posibilidad de luchar a partir de la perestroika y la glasnot. Y junto a muchos otros tomé entonces la decisión. Se me hizo evidente que el riesgo de luchar por la libertad era, psicológica y emocionalmente, menor que el de permanecer más o menos callado. Esta lucha ha dado sentido a mis últimos veinticinco años de vida. De todas maneras siempre estaré en deuda con los miles de cubanos que se decidieron a pelear mucho antes, incluso, ellos sí, héroes, que pagaron su amor a la libertad con la vida o con largos años de cárcel.

MN. ¿Entre la poesía y el ensayo donde se mueve, discurre usted mejor?

OF. Nunca he tenido grandes pretensiones como escritor. Inquietudes siempre he tenido. Soy un ávido lector de poesía y en general de literatura. No con afanes eruditos, sino de enriquecimiento. Igualmente me he acercado con asiduidad a la filosofía, a la historia y a la psicología. Entender al hombre y entenderme. Conseguir, tal y como intento expresar en un poema, "Mi mundo aproximado".

En Cuba, desde adolescente, escribí mucha poesía. Nunca publiqué, porque acercarme a las instituciones "culturales" me pareció siempre una especie de prostitución. En Cuba hay que simular, hay que ocultarse para sobrevivir (mucho más en las primeras décadas de la instauración del infierno). Siempre pensé que era horrible manchar la propia vida con pequeñas concesiones cotidianas, pero que definitivamente la poesía no podía ser manchada. Por cierto, algunas páginas inéditas (e irrepetibles) fueron a parar a las gavetas de los "críticos" de la policía política.

Inmerso ya en el combate sin tregua contra el castro-comunismo, he escrito decenas de ensayos y artículos. Siempre signados por el combate. La verdad es que si algunas posibilidades he tenido como poeta o ensayista, o articulista, tal vez las he sacrificado en aras del activismo político y patriótico. Y no me quejo, muy al contrario.

MN. ¿De José Julián Martí Pérez qué admira más: la poesía o la prosa, el amor crístico o el odio a quien oprime la patria?

OF. Soy un absoluto admirador de José Martí. Le he dedicado varios ensayos. No voy a repetirme. En nuestros días la figura y la obra de Martí sufren un doble acoso. Por un lado, el secuestro y la manipulación de su legado por parte de la tiranía; por otro, los embates de ciertos intelectuales enfermos de postmodernidad que amable o rabiosamente buscan deshacerse de sus valores, o, en su caso, "deconstruirlo" (lo que suena más chic y más intelectual). Pienso que los cubanos no podemos renunciar a Martí, no podemos desconocerle. Es nuestro máximo símbolo, y los símbolos son importantes. ¿Qué somos sin ellos? Por supuesto, estoy hablando del Martí hombre, del ser humano extraordinario que vivió con grandeza la época que le tocó vivir. No se trata entonces de endiosarle o de catequizar sus ideas, hijas siempre de un tiempo y de unas circunstancias. Lo que sí es trascendente es su ejemplo de amor y entrega. Su sentido ético. Y claro, el esplendor de su escritura.

Yo no hago, pues, disecciones en la personalidad de Martí. Le percibo una coherencia pocas veces conseguida entre ética y estética.

MN. ¿Por qué la libertad es cada vez más una acción en baja en la bolsa de valores de la postmodernidad?

OF. Ante todo, ¿qué es la postmodernidad? Una mirada general pareciera indicar que se trata de una especie de caos, de reino impreciso y anárquico, de ruptura sin solución de continuidad con cualquier tipo de cosmovisión. No hay verdades. No hay valores. La libertad concebida como un totum revolutum donde todo cabe, donde todo es válido. Así en el arte, en todas las manifestaciones de la cultura, en la filosofía, en la ética, en la política.

Pero cuidado. Todo esto es engañoso. Lo cierto es que en el fondo, los grandes relatos de la modernidad desvalorizados han sido sustituidos por ripios que, curiosamente, conservan de alguna manera, confusamente, tal vez lo peor de estos. Y para más inri, al menos en lo filosófico, lo ético y lo político- social son derivados confusos y maltrechos de uno de esos relatos (el más pernicioso): el marxismo. De ahí el predominio cultural que observamos de la izquierda. Y esto pare monstruos: multiculturalismo, ecologismo radical, esa mezcla incomprensible de anarquismo rabioso y colectivismo que prolifera en las sociedades "postmodernas". Así en lo que llamamos Occidente. Enfrente (y dentro de nosotros) avanza el horror.

Sí, la libertad es un valor en baja.

MN. ¿Cómo define la felicidad? ¿Es usted un hombre feliz?

OF. Y ¿qué es la felicidad? Pienso que no es el menudeo de cosas placenteras como se cree frecuentemente. ¿Salud, dinero y amor? Qué duda cabe que todos estos factores pueden contribuir a experimentar eso que llamamos felicidad. Sin embargo, a mi juicio una comprensión más madura de la felicidad debe tener en cuenta el sentimiento de satisfacción con uno mismo, el sentido del propio proyecto de vida, y por qué no, la experiencia de de ser un hombre libre. Además, y no menos importante en mi caso, la experiencia de vivir reconciliado con Dios. Puedo decir que en los últimos veinticinco años de mi vida, al margen de avatares, me he sentido feliz. Felicidad que sería completa si pudiera alcanzar a ver que mi patria sea feliz.

MN. ¿Qué función realiza usted en la Fundación Hispano Cubana en Madrid?

OF. Desde hace 13 años trabajo en la Fundación Hispano Cubana. Se trata de un hermoso proyecto que pretende vincular lo mejor de España a la causa de la libertad y los derechos de los cubanos.

Creo que en buena medida hemos cumplido con nuestros fines. En términos concretos soy redactor de la Revista Hispano Cubana, que ha buscado siempre ser un medio para dar voz a los cubanos demócratas dentro y fuera de Cuba, así como a españoles comprometidos con la solidaridad efectiva con esa causa. Eso sí, la Revista Hispano Cubana siempre ha sido y siempre será una voz clara, firme y en ningún caso ambigua en defensa de la libertad en Cuba.

Además de mi responsabilidad como redactor, yo soy, ante todo, un militante, un activista de esta causa.

MN. ¿Trabaja actualmente en algún libro?

OF. Estoy trabajando para la publicación de dos libros. Uno, con una selección de ensayos y artículos. Otro, una antología personal de mi poesía. Por supuesto, sin pretensiones.

MN. ¿Qué recuerda de su niñez en el habanero Cerro?

OF. Del Cerro recuerdo el maravilloso mundo de mi niñez, con mis primeros amigos y mi familia. La camaradería del barrio. La mata de mangos del patio de la casa. Mi inolvidable perro Canelo. Mi escuelita primaria pública con sus fabulosos maestros. El ambiente cubano (perdón por el chovinismo), que en mis posteriores andanzas por el mundo no he visto nada comparable.

MN. ¿Regresaría a vivir a una Cuba en libertad?

OF. Por supuesto que regresaría a Cuba. Ojalá pueda hacerlo con fuerzas para poder ayudar a su reconstrucción.

MN. Y, de regresar: ¿Qué le gustaría hacer en esa nueva Cuba?

OF. Regresaría para colaborar, modestamente, en lo que pudiera. Para estar con mi pueblo hasta el final.