Nos sentábamos de noche en los bancos del parque un tanto apartados de los edificios; los vecinos protestaban por esa música horrorosa venida del infierno y, además, en voz del enemigo. Lo hacíamos a veces hasta con tres radios -rusos-, escuchando en dos aparatos la misma estación para conseguir una suerte de estéreo primitivo, y en el otro, un poco más bajo, practicando una especie de monitoreo para ver que ponían, y cambiar el dial enseguida en caso de descubrir algún monstruo que nos gustase más o que fuese superior al que estábamos oyendo; y no sin cierto cuidado, que de mover la agujita con rapidez, podíamos quedarnos entonces únicamente con la estática-. Depp Purple, otro de los dioses del poblado altar americano, a los que les rendíamos culto. Child in time…, una de las favoritas.
¡Éramos tan diversionistas… !