Mirada desde un submarino blanco (Editorial Silueta, 2010) es un espléndido libro de relatos. También es el primero publicado por su autora, Eva M. Vergara (La Habana, 1966), en el que nos entrega diez cuentos que crecen y toman distintos derroteros, pero casi siempre filtrados desde la infancia. Por eso, quizás, son textos rodeados de esa infinita ternura que habita en la niñez y de las incertidumbres y curiosidades propias de la primera adolescencia.
El enigmático título del libro sugiere un viaje. Un viaje por un inquietante universo sumergido en algún sitio (tal vez en la memoria) y donde la blancura (como espuma en la arena) fija la mirada. Las voces narrativas tienen una autenticidad, un modo de ver personal, íntimo y universalmente femenino que de entrada sitúan a este libro entre los más originales que se hayan publicado en los últimos años. Calladamente, casi a hurtadillas, sin aspavientos, como pidiendo disculpas por la interrupción, Vergara va revelando su mundo, pero sólo a medias. Apenas nos permite atisbar por las escotillas del submarino.
La portada, con el detalle de la niña cargando una muñeca, prepara al lector para lo que ha de encontrar. Los personajes que habitan en estos relatos vienen de la familia, hermanas, tías, primas. Del difícil mundo de la escuela. La muerte. Las carencias materiales y la ausencia de seres amados. El despertar a la vida. La lucha por abrirse y conservar un espacio propio. La curiosidad por descubrir sensaciones y experiencias. Este es el marco de la narrativa de Vergara, que se vale de un lenguaje directo y sutil, lleno de astucias, de proposiciones y sugerencias, para tejer las historias en las que quiere que nos sumerjamos como lector, y que lo hagamos de la manera que ella desea.
Monotonía es el primer cuento del libro, donde ya la voz narrativa establece con firmeza el contexto psicológico de los personajes que recorren el volumen. Los saltos de tiempo facilitan el viaje entre el pasado y el presente. “Toda su vida ha proclamado su independencia, su individualidad, y todo no ha sido más que una mascarada”. Un cuento desgarrador. “La casa, una casa donde el padre no existe“, y donde “oler, es para ella el más codiciado de sus sentidos”. Limosnas y flores, es uno de los mejores relatos del libro, donde la fe, la iglesia y la muerte van de la mano: “La conformidad, el consuelo de creernos que no sufrió. ¿Cómo morir sin sufrir?, ¿es posible?”. En algunos cuentos las visitaciones al pasado para enfrentar el presente, le imprimen al libro una acertada atmósfera. Mi Cuba nostalgia es un texto sobrecogedor, con una intensa carga emocional. Probablemente un relato antológico de la narrativa del exilio.
Mirada desde un submarino blanco, cuento que le da título a la colección, es de los textos más logrados, donde un viaje a la playa indica de alguna manera el despertar de una adolescente. Este libro marca el ingreso de Eva M. Vergara al grupo que conforma el núcleo de la literatura cubana, y lo hace por la puerta ancha.
Publicado Julio 10/2010 en La Revista del Diario (Diario de Las Américas)