miércoles, 14 de julio de 2010

Olga Guillot, de Cuba siempre...

Confieso que no pensaba escribir sobre el tema. Al menos, asumí que no debía publicar la noticia de su ida a pesar de molestarme el hecho de que ella se fuese definitivamente; ya otros blogs en Miami, y cadenas de televisión hispanas de casi de todo el hemisferio, lo han reportado; luego entonces, para qué . Sin embargo, leyendo una crónica de H. L. Milián en Café Fuerte, la que puede ser la última entrevista que concediese Olga, no puedo sustraerme a: primero, rendirle homenaje a quien fuera una gloria de la canción cubana -a pesar de que los haya, se esfuercen en minimizar su imagen debido a su postura vertical en cuanto al tema Cuba-; segundo, porque es triste ver que otro artista cubano de calibre se va sin conseguir materializar su sueño, ese que ha de denominarse como “eterno”: los deseos genuinos de otra vez cantar en la tierra negada.

La lista es larga en estos cincuenta y dos años de exilio, de aquellos que viviendo en el destierro no lograron pisar su suelo y dar su arte. Otra razón más para odiar a un sistema político, autoritario, que desprecia a los que no coinciden con sus mandamientos.

La Guillot, la leyenda, se queda entre nosotros sin importar bordes geográficos. Ahí están sus boleros, su impronta, su sello...

¡Dios la tenga cerquita! Se lo merece.