La agencia Reuters publica que el gobierno cubano "va a retirar" de su empobrecida bolsa laboral más de medio millón de empleos en el primer trimestre de 2011. Según los especialistas de la madeja criolla, la geriátrica gobernatura buscan elevar la producción , y hacer de una buena vez eficiente la deteriorada economía. Nada raro, tratándose de Cuba. Sin embargo, no voy a comentar sobre la decisión que pondrá en practica la jefatura castrista, la que, a pesar de innumerables estrategias, no va a conseguir "ni cojones" mientras continue en sus treces políticas. Sólo me voy a referir a una historia que me comentaba un viejo amigo hace ya mucho tiempo, en el barrio donde crecí, que la que recordé luego de ver las ofertas alternativas que recibirán los reubicados -nadie supuestamente quedará al desamparo-, y que se resumen en las mismas colocaciones de antaño, que únicamente los verdaderos “escachados” tuvieron el coraje de aceptar : construcción, agricultura, y un corto etcétera horrible...
El caso es que, allá por los setenta, cuando hubo una ofensiva nacional contra el vago y se creara además la ley que perseguiría a este personaje como el peor de los criminales, muchos habaneros hacían largas colas en las diferentes oficinas del Ministerio del Trabajo con la esperanza de conseguir una puesto decente, más por el miedo de ir a prisión que por el acto de incorporarse laboralmente al proceso. Sin embargo, lo único a lo que se podía aspirar era al Plan del Cordón de La Habana; la recogida de café; el Plan Lechero Niña Bonita o el Rosafé; y finalmente la captura de cocodrilos en la Cienaga de Zapata.
Cuenta la historia de mi amigo Jorge -el que asegura fue cierta pues la vivió en asiento de palco-, que una mañana en que logró entrar temprano a la oficina de ubicaciones que estaba localizada en El Vedado, junto a otro sujeto de unos seis pies, rubio, conocido para más señas como “ El Americano”, el funcionario que los atendió, sin mirarlos casi, les dijo que sólo tenia para ofrecerles La Cienaga, en Matanzas, y desde luego, cazando cocodrilos. Dice Jorge que su compañero de suerte le respondió al sujeto que él conocía a un "socio" que sin dudas iba a aceptar “la pinchita’. Su nombre era Tarzán. Y enseguida que hubo dicho esto, cerró la puerta de la oficina, cogió al tipo por el cuello, lo metió dentro de un closet que estaba detrás de su buró, trabó la puerta con un archivo pequeño, y se sentó en el lugar que antes ocupaba el funcionario para repartir él la nuevas posiciones. Me juraba Jorge que en lo que el tipo dentro del closet pedía auxilio, “El Americano”, dándole un papel firmado y con cuño oficial, le comunicó muy serio.
-Vete pa' el Habana Libre. Ya tienes pincha allí como cantinero en “Las Cañitas“- y que después, abriendo la puerta de la oficina, gritó- El próximo-, y sonriéndose le murmuró a mi amigo- Esto hoy se va a poner bueno de verdad….
El caso es que, allá por los setenta, cuando hubo una ofensiva nacional contra el vago y se creara además la ley que perseguiría a este personaje como el peor de los criminales, muchos habaneros hacían largas colas en las diferentes oficinas del Ministerio del Trabajo con la esperanza de conseguir una puesto decente, más por el miedo de ir a prisión que por el acto de incorporarse laboralmente al proceso. Sin embargo, lo único a lo que se podía aspirar era al Plan del Cordón de La Habana; la recogida de café; el Plan Lechero Niña Bonita o el Rosafé; y finalmente la captura de cocodrilos en la Cienaga de Zapata.
Cuenta la historia de mi amigo Jorge -el que asegura fue cierta pues la vivió en asiento de palco-, que una mañana en que logró entrar temprano a la oficina de ubicaciones que estaba localizada en El Vedado, junto a otro sujeto de unos seis pies, rubio, conocido para más señas como “ El Americano”, el funcionario que los atendió, sin mirarlos casi, les dijo que sólo tenia para ofrecerles La Cienaga, en Matanzas, y desde luego, cazando cocodrilos. Dice Jorge que su compañero de suerte le respondió al sujeto que él conocía a un "socio" que sin dudas iba a aceptar “la pinchita’. Su nombre era Tarzán. Y enseguida que hubo dicho esto, cerró la puerta de la oficina, cogió al tipo por el cuello, lo metió dentro de un closet que estaba detrás de su buró, trabó la puerta con un archivo pequeño, y se sentó en el lugar que antes ocupaba el funcionario para repartir él la nuevas posiciones. Me juraba Jorge que en lo que el tipo dentro del closet pedía auxilio, “El Americano”, dándole un papel firmado y con cuño oficial, le comunicó muy serio.
-Vete pa' el Habana Libre. Ya tienes pincha allí como cantinero en “Las Cañitas“- y que después, abriendo la puerta de la oficina, gritó- El próximo-, y sonriéndose le murmuró a mi amigo- Esto hoy se va a poner bueno de verdad….