Semana y media antes de irme de Cuba, practiqué una especie de retiro. Sólo recibía en la casa la visita de algunos buenos amigos y la de mis hijos, y el resto del tiempo lo pasaba leyendo. Por supuesto, este aislamiento contaba con el soporte de razones muy prácticas. Muchos me aconsejaron -y cosa rara, los escuché-, que evitara las salidas innecesarias, no fuese a suceder a última hora “un percance” que diera al traste con mi ida definitiva del país; y no era paranoia, sé de casos que, en el mejor de los casos, ya sea por azar u obedeciendo órdenes, por una “bronquita callejera” los han retenido indefinidamente al punto de perder la visa y quedar en una suerte de limbo horrible. Ahora bien, si el voluntario encierro fue soportable, lo debo en gran medida a Mario Vargas Llosa. Una buena amiga me prestó por aquellos días la novela “La guerra del fin del mundo”. Es por eso que hoy, al saber que la academia sueca enmienda una vieja deuda con el novelista peruano, un intelectual que por otra parte, si ánimo de desmerecer o minimizar el acto de su distinción, no precisa de un premio como este para que su nombre sea escrito con mayúsculas en las páginas de la literatura universal pues su obra va más allá de la evocación sueca, lo que no le hubiese quitado nada de haberle sido negado una vez más, no menos que puedo acordarme de aquella semana y media en un claustro que gracias al amor, la amistad y la literatura, fue soportable.
Sin embargo, amén de rememorar, me propongo el destaque de un pequeño viraje, a lo mejor coyuntural -lo que tal vez, los haya quienes me acusen de una visión simplista, y que lo mismo no carece de lógica-, de una institución que siempre a navegado rumbo a la izquierda, defendiendo a fundamentalistas de esa tendencia, incluso a los más terribles, y que por esa soberbia de mantener un derrotero fue capaz en su tiempo de ignorar obras tan importantes como la de Borges: un débito del que jamás se repondrá la Academia. Y es que, descubro que no sólo premian a un escritor crítico de todo trazo de totalitarismo y ausencia de libertades, lo que en mi país lo convirtió en un desconocido durante mucho tiempo. También lo hacen con el activista chino y defensor de la democracia Liu Xiaobo, quien este Viernes se confirmara, ha sido ganador del Nobel de la Paz.
Sin embargo, amén de rememorar, me propongo el destaque de un pequeño viraje, a lo mejor coyuntural -lo que tal vez, los haya quienes me acusen de una visión simplista, y que lo mismo no carece de lógica-, de una institución que siempre a navegado rumbo a la izquierda, defendiendo a fundamentalistas de esa tendencia, incluso a los más terribles, y que por esa soberbia de mantener un derrotero fue capaz en su tiempo de ignorar obras tan importantes como la de Borges: un débito del que jamás se repondrá la Academia. Y es que, descubro que no sólo premian a un escritor crítico de todo trazo de totalitarismo y ausencia de libertades, lo que en mi país lo convirtió en un desconocido durante mucho tiempo. También lo hacen con el activista chino y defensor de la democracia Liu Xiaobo, quien este Viernes se confirmara, ha sido ganador del Nobel de la Paz.
Nada, que en la parte zurda del mundo, no deben andar muy felices que digamos con los señores que son famosos por su arte para desentenderse con el resto… Yo, en cambio, confieso sentirme muy contento de que peruano y chino hayan sido reconocidos.