A pesar que era pequeño, digamos tendría seis o siete años, recuerdo aún el miedo de algunas amas de casa, entre ellas mi madre, al momento de cocinar en una olla de presión con la leguminosa que mas daño ha causado a la familia cubana luego de 1959. Frijol, que lo mismo debemos agradecerle cual santo protector y milagroso. Y es que el frijolito de marras salvó a varias generaciones de cubanos del terrible flagelo que provoca la inanición, como si fuéramos sitiados de Stalingrado.
Lo mismo en sopa o potajes, como el desabrido caldo de color verde que nos daban en las escuelas, las becas, y que le poníamos por encima al arroz blanco, de coloración dudosa en ocasiones, acompañado siempre del inseparable huevo salcochado
—reconocido el plato, más bien la bandeja, como Los Tres Mosqueteros; la carne rusa de lata era para días festivos o de celebraciones patrias) — este pequeño grano, partido generalmente, con cáscara, gorgojo, que se debía “en remojo” la noche anterior si pretendías almorzarlo, y por fin, conocido en Cuba como “chícharo”, por sus peculiares características, y ademá,s por la mala calidad del que se vendía en el mercado cubano, resultaba una suerte de bomba de tiempo.
No exagero, los riesgo de un daño considerable al ser humano y a la propiedad eran enormes si no implementabas todas las medidas de seguridad para aquellos casos: las más increíbles, que las mujeres valientes preferían enfrentar antes de ver que su familia padeciese de hambre. Por supuesto, a los muchachos no estaban vedadas las cocinas de nuestras casas mientras se cocinaba el letal frijolillo.
Para un lector que no esté familiarizado con la “cubanidad”, creerá que miento. Pero aquél que como yo, creció en ese environment de consignas y carencias, sabe de los lamentables accidentes que acontecieron con los susodichos chícharos y aquellas infernales ollas viejas, que más tarde se sustituyeron por otra más peligrosas, de fabricación nacional: las INPUD. Experiencia que tristemente hube de padecer —con una INPUD— una tarde que se me ocurrió cocinar un poco de picadillo de carne, y aumentarlo con revoltillo de huevos—época que todavía conseguir picadillo de carne no era sinónimo de soya pura, y donde los huevos aún no estaban a precios prohibitivos
—, en lo que la madre de mis hijos esperaba en la sala junto a Denis Jr. porque los chícharos de marras se ablandasen y la olla tomara "fuerza" de una bendita vez.
La explosión me tumbo al suelo, la quemadura me alcanzó parte del rostro y del pecho, y lo mismo me provocó una queratitis traumática por varias lesiones pequeñas en la cornea. Gracias a Dios, sólo eso me pasó, sin mencionar los daños materiales, como el “descojonamiento” total de las cuatro hornillas del fogón; la tapa de la olla convertirse literalmente en un "ocho"; las paredes y parte del techo manchado durante semanas de un liquido viscoso verde, con cascaritas blancas, lo más parecido al nylon, que para quitarse hubo primero que lavarlo con manguera, escoba y detergente, para terminar dándole “tres manos de cal”; y la válvula de la olla, que la vinimos a encontrar meses después, incrustada en una pared del patio.
Hoy el chícharo renace en su dualidad de salvador y enemigo nacional. Esta vez su instrumento diabólico para hacer daño son las cafeteras de presión, por cierto, fabricadas en la misma fabrica INPUD, que sueltan " el sello" derramando a presión el agua hirviendo, provocando quemaduras en algunos casos de tercer grado. Un sacrilegio, que muchos pensaban superado, regresa; un fruto tan dócil y aromático como el café, bendecido por los dioses de cualquier olimpo, que en Cuba padece un severo ultraje al mezclarse con la susodicha leguminosa, insulto y consuelo de la patria, que gusta el adorado néctar, a tal punto, que lo menos que preocupa ahora es si la mixtura deja alguna reminiscencia de lo que una vez fue la buena taza de café, o simplemete sabe a mierda el susodicho brebaje que da la primera y única colada.
Sin embargo, el gobierno no se amilana y deja a su suerte a los pobladores expuestos. Los medios de prensa plana y televisiva, como antaño, se dedican a enseñar la manera de usarse los instrumentos a cargo de la cocción de los alimentos, bebidas o infusiones. Su más altos lideres se desempeñan como expertos para ayudar. Si alguien sufre un accidente, sea entonces por su poca atención o dificultad para el aprendizaje. No por culpa de ellos.