
Y es curioso, siempre se ha hablado al momento de referirnos a los que le hicieron la vida imposible al Gordo, como funcionarios del gobierno con poder y mala saña que actuaban con cierta independencia. En otros casos, de comisarios culturales excedidos, con resentimientos, pero con poder también como para joder lo suficiente. Ahora, nunca se mencionó con santo y seña, tal y como lo hace Ponte en Lezama en los archivos de la Stasi: las manos y cerebros de los que realmente lo tuvieron vigilado; lo que hizo que el intelectual viviese con miedo, en constante paranoia, fue la policía política del régimen, su inteligencia, sus más connotados jefes.
Cual si fuese un acuerdo tácito entre muchos, se ha mantenido siempre a la sombra, sin que se hable de ella, la institución más tenebrosa del aparato -y de todos los aparatos- represivo de la Isla. La única organización o Ministerio que cuenta con el verdadero poder para dejar en lo oscuro lo que pasará contigo; porque precisamente de eso se trata, de que nadie sepa nada. Y en el caso de Lezama, el ostracismo que sufrió, la censura, el fardo enorme de un silencio que sabia no contaba con herramienta alguna para quitarse de encima aquel oprobioso peso. En todo caso soportarlo con estoicismo.
Bueno es leer en su totalidad el texto de Ponte.
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Por cierto, días atrás comentaba sobre la farsa que se proponen ahora con el centenario de Virgilio Piñera. Bueno también sería que apareciese un documento similar al que muestra lo terrible que le hicieron a Lezama. Que no me cabe duda que exista…