viernes, 16 de diciembre de 2011
Mi Santo bueno, viejo Lázaro...
Cada año, durante los dos que lleva Fernandina de Jagua en la Red, me regocijo en este día como devoto que soy. Sirva entonces la víspera cual celebración al Santo milagroso, al que muchos cubanos le rinden un especial culto. Sirva lo mismo para agradecerle aquí, por lo bueno que ha acontecido en mi vida. Sea esta data del 17 de diciembre el momento oportuno para pedirle a mi “Viejo Lázaro” que proteja siempre a los míos y reiterarle mi amor. Y que su día llegue pleno de felicidad y con la mejor de las vibraciones.
Recuerdo hoy la primera vez, apenas con catorce años, que tomé un destartalado tren que salía de la Terminal de Tulipán, en Nuevo Vedado (La Habana capital para quien no conoce), y que llegaba luego de una hora o más en medio de una travesía un tanto azarosa hasta el poblado del Rincón. Nunca antes había visto a tantas personas reunidas sin que fuesen convocada por anuncios mandatarios.
La concentración de que fui testigo esa vez, y que cada diciembre que estuve parecía mayor a la anterior, para nada obedecía órdenes que después se traducían en una aglomeración cargada de consignas. La fe por el Santo milagroso, ya fuese Lázaro Obispo o el Amigo de Jesús, no soporta reprimendas y participaban los más desvalidos que, casi siempre por problemas de envergadura, de salud, acuden hasta hoy a venerar al “Viejo Bueno” que vela por nosotros; y para cumplir sus promesas por la gracia concedida.
Sirva también esta cuartilla para rendirle tributo aquellos que ya, desde esta hora, y más temprano aún, van por la Avenida de Boyeros, se adentran en Santiago de las Vegas, cruzan la pequeña ciudad y terminan su peregrinación a los pies de mi querido San Lázaro sin importar cuantos kilómetros han de caminarse.