En ¿¡ Llegaron los americanos?! , post que viene a ser una suerte de crónica con meditación al final, mi cienfueguero amigo Ernesto Ravelo me dejó un comentario sobre una peculiar anécdota que yo mismo escuché faez tempo, y que lamentablemente no recordaba. Sea entonces para mi ecobio Ravelo el crédito de la autoría. Yo sólo me limito contarla y sin “meditaciones” conclusivas -le tengo cierto rechazo a la palabra reflexión.
En fin, haciendo referencia al post de marras, donde en su segunda parte hablo de los sucesos que acontecieron durante las explosiones que se escucharon por todo Cienfuegos, allá por los años ochenta, en su segunda década, por la voladura de un polvorín del ejército, me dice Ernesto que un sujeto de apodo Molleja, borrachito como siempre estaba, en medio de la baraúnda y el terror de una supuesta invasión el tipo agarró un machete y fue a ajustarle cuentas a Placencia, un guarapito odiado por muchos…(para los no cubanos, así se nombran a los auxiliares de la Policía Nacional Revolucionaria que realizan sus labores de persecución y espionaje domestico sin recibir remuneración alguna: todo por amor al arte de chivatear).
Resuelto Molleja a cobrarle al combatiente Placencia todo lo que le había hecho éste; todo lo que lo había jodido en su cabrona vida de curda, partió por toda la calle Arango, en la antigua barriada de Reina, para “abrir como a un puerco al hombre que tanto le sajorneó su vida”. Sin embargo, ya a punto de encontrárselo, el hermano de Molleja le impidió que se tomara la justicia por su mano al asegurarle que de americanos y guerra nada. Las explosiones sucedían por accidente, y Fernandina estaba repleta de policías, bomberos y cuanto revolucionario preocupado.
Por supuesto, dice el refrán en Cuba que, pueblo chiquito infierno grande, y las noticias corren rápido. Toda la barriada de Reina al otro día comentaba de la venganza de Molleja, y a escasas setenta y dos horas el Jefe del Sector de Reina (modestas sucursales de las estaciones de policías, ubicadas en los barrios a todo lo largo y ancho del la Isla) lo citó para averiguar en torno al fallido ajusticiamiento.
Me cuenta Ernesto que a los pocos meses, Placencia fue a orinar detrás de El Cajón, un centro nocturno y de recreación, o una cervecera enorme, con el nombre oficial de "Jardín de la Juventud"; un espacio cuadrado que abarca toda una manzana entre las calles Prado, Dorticós, La Mar y Gacel, que antes fue una “base de taxis”, y que el tipo no regresó jamás para adentro y lo mandaron pa’ terapia intensiva con sus tripas afuera.
Desde luego que, la policía enseguida fue a arrestar a Molleja, y el curda de Reina paró en “Todo el mundo Canta, y allí estuvo detenido e incomunicado durante cuatro meses bajo investigaciones.
Finalmente, Molleja fue liberado al no poder probársele que él había sido quien intento "llevarse a la golilla" al auxiliar de la PNR. Placencia, el guarapito, se recuperó, pero nunca más volvió a desempeñarse en su pinchita sin sueldo y falleció luego del año 2000 por una sobredosis de Viagra.
Concluye Ernesto la historia, que cuando él estuvo de visita en Cuba, se enteró que igual, Molleja “El Vengador de Reina, “se fue del aire” años más tarde por cirrosis hepática.