Una vez le escuché decir al amigo de un buen amigo, que si algo le asustaba de la literatura cubana contemporánea, era precisamente la cantidad de poetas -y escritores en general- que la “habitan”. Por supuesto, tal aseveración, al menos en aquel instante a manos de Dionisio, contaba con cierto fundamento: hablábamos en ese entonces, entre vinos, rones y refrigerios, de un poeta local que muchos consideran una estafa en este viejo y desagradecido oficio de convertir en imágenes a las palabras, y que su desmedido ego, o quizás los años que sobre sus hombros carga, lo obnubilaban a tal punto que todavía hoy no consigue descubrir la realidad de su desfasada “composición”.
Si, lo sé, un viejo hábito o embrujo criollo el de “maltratar” al que no está, que muy pocos se atreven a gritarlo en plena cara del aludido, y al que también muy pocos escapan en su momento. Y es que son muchos los que, con una minima sensibilidad y ganas de poetizar, terminan masacrando al verso y desacreditan el arte de otros que lo hacen de manera orgánica y auténtica; lo cual también, para criticarlo, depende de las apreciaciones y la estética de el que “critica”, muchas veces sin razón, y además, repleto de resentimientos; que de todo hay.
Sin embargo, poniendo en diferente contexto la afirmación de marras, sin dudas la enorme diversidad de voces que asiste a la poesía cubana -no importa fronteras allende al Caribbean Mare Nostrum, y mucho menos décadas luego del 1959-, a mi modo de ver es necesario el reconocimiento. Existe un verso de valía que se encuentra disperso y ha sido mayoritariamente desfavorecido por el único acto de no militar, o de simplemente no estar “allí”, y que le ha costado vivir en medio del silencio a innumerables buenos poetas. Tal vez la prueba de es que afirmo, con los defectos o ausencias que puedan reclamar los más exigentes, algunos ciertamente justificados pero inevitables aunque se trate de un antologador honesto -que no es disculpa para desmerecer el esfuerzo de quien prepara una antología, y otras, por pura rabieta de “un ente poético” que descubre “no se ve” y se considera merecedor de una página.
Son varios los blogs y portales de Internet que han anunciado la buena noticia, acto que no me impide reproducirla:m es saludable saber que alguien se dedica durante años, y a costa de su peculio y tiempo, a juntar “bajo un mismo lomo” a aquellos que por infinidad de razones no están hoy en Cuba, y que asimismo, cuentan con una obra, o tan solo un poema, que bien merece publicarse
Antología de la poesía cubana del exilio, Valencia, Aduana Vieja, 2011
Selección, introducción y notas: Odette Alonso
Ilustración de portada: Margarita García Alonso