domingo, 14 de agosto de 2011
Y el muro se hizo. El muro se derrumbó...
Hubiese querido publicar este post con fecha 13 de agosto. Por supuesto, sin ánimo de referirme a lo que otras páginas en la red se han dado gusto, incluso con ensayos densos, muy solemnes sus autores, sobre lo que significa el décimo tercer día del mes octavo para la historiografía criolla.
No, deseaba “colgar” mi texto apenas una o dos horas antes de que lo redacto para referirme a que un día como ayer se comenzó a construir el Muro de Berlín. “Un proyecto de protección antifacista”, según se empeñaban en promover sus autores, y que se resumía de manera nada ortodoxa en controlar, oprimir más bien, a millares de ciudadanos. Eufemismo (muy usual en regímenes totalitarios) para nombrar lo que realmente se pretendía evitar: la fuga de cuanto alemán habitase la parte este. Ciudadanos con sentido común o simples aspiraciones. Sujetos dispuesto a todo con tal de no ver como sus vidas se comportaban cuales ovejas al amparo y voluntad de su pastor marxista.
Por cierto, se trata de un hecho en extremo importante al momento de radiografiar la historia de un siglo que resultó demasiado corto por tantos acontecimientos de envergadura a nivel global. Un “detalle”, por así decirlo, que varios pasaron por alto al reducirnos localmente, lo que también es compresible. Demasiado dolor y frustración nos asiste y la catarsis es inevitable, al menos teóricamente.
Un 13 de agosto de 1961, con bloques, palos, cabillas y cemento (lo que vendría a ser el símbolo más auténtico de la guerra fría), se empezó a escribir un capitulo de fragmentación que Occidente observó con demasiada calma. Un movimiento que el mismo John F. Kennedy lo describía como “una solución poco elegante aunque mil veces preferible a la guerra”. O como se expresara el primer ministro británico de la época, Harold Macmillan: “Alemania del Este detiene el flujo de refugiados y se atrinchera tras un grueso telón de acero. No se trata de nada ilegal”.
Nunca entenderé esa paciencia anglosajona a ambos lado del Atlántico. Hallo que de ser más sanguíneos, el mundo se podía haber evitado un sinnúmero de problemas. Sin embargo, dejando a un lado la naturaleza “rubia”, como todo emblema de una estrategia para reprimir un flujo contrario a los intereses socialistas, lo que nos resulta muy familiar a los cubanos (desde 1949 hasta el año en que se edifica la inmensa tapia, tres millones de alemanes procedente de la parte Oriental se fueron por la frontera; estadística que no menciona la cantidad de polacos o checos que por esa vía lo mismo se fugaban del “paraíso”, y que igual no hace referencia a lo que Wikipedia asegura: hasta septiembre de 1961 desertaron 85 hombres de las fuerzas de vigilancia -Grenztruppen-, además de 400 civiles en 216 escapadas), tuvo su costo y por sólo citar dos ejemplos están los de Conrad Schumann y Peter Fechter.
Uno, junto a Helmut Kulbeik (quien sí logró llegar al otro lado) en su intento por cruzar el lamentable muro de la vergüenza fue herido fatalmente en el Checkpoint Charlie, a la vista de todos y sin que mortal alguno moviese un dedo para asistirlo, muriendo en medio de un territorio supuestamente de nadie, lo que se conocía entonces como el corredor de la muerte. El otro, siendo un soldado dispuesto cumplir su misión, la de reducir cualquier motivación a la escapada, consiguió brincar la valla que coartaba su libertad para años después, antes de quitarse la vida por su propia mano, confesar que fue libre luego de su salto.
El Muro cayó veintiocho años más tarde. El abono, durante el tiempo que duró la muralla (Tun, tun, ¿quién es…?) acorde a datos en la red, se dice que la cantidad de personas que se fugaron luego de su construcción ascendió a la cifra de cinco mil germanos, de ella ciento noventa y dos murieron por disparos y otras doscientos fueron heridas de gravedad. Únicamente cincuenta y siete dichosos lograron huir en medio de un túnel subterráneo de ciento cuarenta y cinco metros de longitud, cavado por berlineses con marcado propósito de mejorar sus vidas a como diese lugar, los días 3, 4 y 5 de octubre de 1964.
¿Paralelos? Creo que no hace falta mencionarlos. Más bien de lo que precisamos es que de una buena vez el mundo reconozca que todavía existen con marcada obstinación otros muros que, no porque que no se vean, no carguen con alambradas, su fatal estructura es por eso menos terrible y su carestía deje de ser enorme.
¿Alguien contabiliza la cifra de cubanos que han desaparecido en el estrecho de la Florida durante estos cincuenta años, por sólo mencionar una parte del gigantesco muro que rodea a la Isla?
La imagen, en el viejo muro, como si se tratara de Madonna y Britney, Leonid Brezhnev y Erick Honecker dándose un beso marxista…